14 de Agosto de 1958
El reloj de de la sala
da ocho campanadas. Ramona gira el botón hasta que escucha el “clic” y corta de
repente la voz de Marifé de Triana que salía a chorros de la radio de cretona. De
paso, y maquinalmente, recoloca el paño de ganchillo de la repisa que lo
sostiene. A Ramona le gusta todo bien ordenado: cada cosa bien puesta y en su
sitio. Abandona la sala y sale al patio. Una bocanada de calor le da en el
rostro, hace calor esa tarde. Hizo calor durante todo el día, lo mismo que en
el de ayer y en el de antes de ayer, y lo mismo que todos los de ese Agosto del
sur.
Aún a pesar del calor
es la hora de que Ramona prepare, como cada día, la cena. No falta mucho para
que regresen sus dos hermanos del trabajo, uno del taller de mecánica y el otro
de dar portes con el camión. Igualmente regresarán sus hermanas de casa de la
costurera, donde ayudan a confeccionar vestidos para mujeres y trajes para
hombres. No ganan sueldo, tan solo las propinas que les dan cuando realizan las
entregas.
La cena que prepara
Ramona es siempre la misma. Todas las noches puchero con garbanzos (nunca
olvida que padre no quería encontrarse ninguno en su plato) y pringá, y
ensalada de lechuga con mucha agua para poder mojar pan. Desde que tiene uso de
razón ésa ha sido la cena en casa, fuera invierno o verano. La economía no daba
para más. Va a la cocina y comprueba que el puchero, que ya llevaba tres horas en
la hornilla de cisco-carbón, está listo. Lo aparta, prepara la ensalada y sale
a regar el patio.
Ramona no trabaja, es
la menor de los hijos y la que se ocupa del cuidado y los quehaceres de la casa
y de su madre, y no es que su madre sea muy mayor, pero necesita alguien a su
lado por eso de que de tanto en tanto padece ciertos lapsus en su memoria.
-
A
madre “se le va mucho la cabeza”, dijo un día su hermana Eugenia.
Y era cierto, ya
habían comprobado todos que de un tiempo a esa parte la pérdidas de memoria se
producían con más frecuencia.
-
Madre
no se debe de quedar en casa sola.
Y desde ese día Ramona
casi no se separa de su lado.
Los hermanos llegan
antes de que la mesa esté dispuesta y con el torso descubierto se lavan en el
pilón del patio, agua fresca recién sacada del pozo que sofoca su calor. Las hermanas
ayudan a Ramona a poner el hule sobre que hace las veces de mantel, sirven la
cena y todos se sientan, como cada día, de manera rutinaria en torno a ella.
Hoy se muestran todos
más reservados, más retraídos, ineludiblemente sumidos cada uno en sus
pensamientos. Toman el caldo del puchero a cucharadas, con la cabeza gacha,
algunos sorbiendo.
-
No
se sorbe – sentencia la madre.
Y esa simple frase
enciende la pólvora.
12 de Agosto de 1951
-
No
se sorbe – grita el padre, y los sorbidos cesan.
La noche está cayendo
y a pesar del calor se ha levantado un poco de airecillo bajo (levante tal
vez), que deja caer alguna que otra hoja de la parra bajo la que cenan en el
patio. Huele a tierra mojada, a albero recién regado con el agua del pilón. El
viento también trae olor a jazmines y a las celindas de los arriates y a las palmiras
y a los nardos de las macetas.
-
Tú
también sorbes – le recrimina la madre.
-
Aquí
mando yo y hago lo que me da la gana – y la amenaza con la mirada.
La mujer se calla y
agacha la cabeza, pero el padre continúa con su retahíla de insultos y da
repaso a uno por uno. Ninguno se atreve a revelarse ni imponerse.
Ramona, adolescente
entonces, se pregunta por qué tuvo que regresar padre después de tantos años,
tantos que llegaron a consumir a madre y hacerle pensar a todos que había
muerto.
No, padre no debía de
haber vuelto. Debió de haberse quedado en Algeciras, estación en donde arribó
hacía no sabía ya cuando, y de la que no volvió en mucho tiempo. Padre era
ferroviario. Al principio de su destino en Algeciras enviaba de tanto en
cuanto, alguna que otra misiva pobre en letras, pero poco a poco estas misivas
se fueron distanciando hasta no llegarse a recibir ninguna. Al tiempo vinieron
noticias de que había fallecido. Madre vistió de luto y envejeció mucho.
Y un día, al cabo de
los años, Padre volvió, excusando con absurdas justificaciones el motivo de su
ausencia: falta de tiempo, cartas perdidas, dirección olvidada… Ninguno lo
creyó, pero lo soportaron.
-
¿Qué
hace este garbanzo en mi plato? Os tengo dicho que no quiero garbanzos en mi
caldo.
Con furia lo retira de
su plato y lo tira al suelo. Parece querer comérselos a todos con la mirada.
14 de Agosto de 1958
-
No
debió de volver – es Alfonso, uno de los hermanos el que sentencia.
-
Deja
eso ahora – interviene la madre en un momento de lucidez
-
No
madre, ya está bien de escondernos de nosotros mismos. No debió de volver.
Regresó y nos trajo con él la desgracia. No olvido con qué aires de tirano nos
trataba, como te humillaba a ti y a mis hermanas, y como os pegaba. Nunca debió
regresar.
-
Hijo,
la vida es así. Es lo que está establecido.
-
Pero
tú no debiste consentirlo, ni eso ni lo otro. El formar otra familia en
Algeciras fue una manera de renegar de todos nosotros.
-
Tú
tampoco debiste consentirlo, ni ninguno. Simplemente sucedió, y a lo hecho,
pecho.
20 de Agosto de 1951
Por momentos Ramona
hubiera preferido ser sorda para no escuchar los improperios que salían de la
boca del padre con respecto a todos. Parecía que a su pensar todos eran malos,
incapaces, ineptos, simplemente despojos de todo lo que se consideraba él.
Mira al cielo y ve
pasar una estrella fugaz. Con los ojos cerrados pide un deseo. Si no se cuenta
dicen que se cumple… y una sonrisa brota de sus labios.
El padre se lleva el borde del plato a los labios
para consumir el resto de caldo que queda. De repente tose. Deposita el plato
en la mesa y una tos convulsiva lo hace levantarse del asiento. Tose y tose
queriendo expulsar algo. De sus ojos no dejan de brotar lágrimas de ahogo. Se
nota que le falta el aire.
Todos se levantan y
comienzan a darle golpes en la espalda, en el pecho, en el estómago. Tras un
nuevo golpe de tos parece que el aire comienza a entrar de nuevo en su cuerpo.
La tos es cada vez más espaciada aunque no se va definitivamente.
-
¡Maldito
garbanzo!, mira que os lo tengo dicho, no quiero garbanzos en mi plato.
-
No
te sofoques, parece que ya ha bajado, anda, tranquilízate un poco y verás cómo
se te pasa.
Pero el padre no
termina de comer y se sienta en la mecedora en un rincón del patio, bajo la
parra. De tanto en tanto lo acosa un golpe de tos.
Al día siguiente no se
levanta de la cama, ni al otro. Tampoco puede comer, hay algo que le impide
tragar y que tampoco consigue expulsar por más que lo intenta. Apenas si puede
ingerir algún que otro sorbo de agua. Su rostro se fue tornando lívido.
Ese día su respiración
era lenta y sonaba a chimenea de tren. Antes de caer la tarde Padre ya no
estaba en este mundo. Había muerto por un atoro toráxico producido por un
garbanzo.
14 de Agosto de 1951
-
Quizás
debimos avisar al médico.
-
Hicimos
lo que teníamos que hacer – replica Madre mirándolos a todos.
Y todos asienten.
* "La Parra" - Óleo de José Luis Delgado Blanco
Mi querida Verdial.
ResponderEliminarHaber por donde comienzo;me ha gustado todas esas imágenes que van insertas en el relato,el ambiente,los aromas y las texturas.
Cuantas sensaciones encontradas dejas en el lector,desde la hermana pequeña que en su tiempo aparcaba su vida para ocuparse de la madre y el resto de la familia,la tiranía de un hombre egoísta y maltratador,una madre y mujer consumida por la traición los recuerdos que van y vienen,siete años que perturban, extraño destino que castiga con aquello con lo que lastimamos también.
Artistaza,esos giros magistrales,dueña de tu pluma y de nuestra atención.Maestra!
Un besazo guapa....
El peor castigo es el recuerdo.
ResponderEliminarPues amiga tu imaginación ha ido bastante lejos en años.
ResponderEliminarCon lo que me gustan los garbanzos siempre voy a recordar tu historia y teniendo miedo a ellos.
Un abrazo maestra
Maravilloso como de costumbre. No he podido por mas que recordar cuando empece a leer a E. A. Poe, maestro de llevarte a ver esa imágenes tan reales.
ResponderEliminarBeso
Magnífica narración y una historia basada en Recuerdos perturbadores.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Ay Verdial! Qué gusto el tuyo de hacernos acariciar la dulce venganza, excentos de toda culpa a los ojos del mundo; aunque dentro de nosotros sepamos que está soterradamente mal; pero convenimos cómplices, con madre y todos los hermanos, en que se lo merecía!!
ResponderEliminarHa sido, sencillamente, espectacular. Un abrazo
Solamente decirte "Magistral"...me has hecho recordar retazos de mi infancia...un besote preciosa.
ResponderEliminarA medida que iba leyendo se iban agolpando las imagenes en mi mente t hasta el garbanzo hizo lo que tenia que hacer.Un relato magistral, al que no le sobra ni le fata nada, una historia de las de antes que todavia nos alcanza y nos recuerdan otras historias muy parecidas.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Pase por tu blog y fue todo un honor el leerte, te felicito y me quedo como amigo, un abrazo desde Jaén
ResponderEliminarEstupenda siempre esta forma de narrar la vida...
ResponderEliminarLlevo unos días desconectado de pasar por casa de los amigos a visitar. Disculpa mi tardanza.
Saludo y un abrazo.
América, tus comentarios siempre los miro a través de un prima de oro, viniendo de alguien tan Grande como tú.
ResponderEliminarUn abrazo
Mariajesúsparadela, así es, sobre todo cuando se trata de recuerdos traumáticos.
ResponderEliminarUn abrazo
Mari-Pi-R, ya sabes que la imaginación puede viajar sin barreras... y espero que los garbanzos que comas te sienten bien, a pesar del relato, no lo tengas en cuanta.
ResponderEliminarOtro gran abrazo para ti.
Erik, es todo un honor que mi relato de recuerde a Poe, pero que más quisiera yo que tener su pluma.
ResponderEliminarUn abrazo
Pedro Luis López Pérez, gracias por tu comentarios, tus palabras son un gran aliciente para mi.
ResponderEliminarUn abrazo
El Drac, dicen que la venganza se sirve en plato frío. Ya ves que es lo que hicieron ellos...
ResponderEliminarUn abrazo
Fibonacci, siempre es grato arrancar recuerdos de la infancia. Espero que fueran felices.
ResponderEliminarUn abrazo
Nerim, dices bien, existen muchas historias parecidas que se camuflan con tintes accidentales. Estoy segura que más de uno conoce alguna.
ResponderEliminarUn abrazo
Miguel de la Torre Padilla, me alegro mucho que te haya gustado y es un verdadero placer tenerte entre mis amigos. Ahora te visito.
ResponderEliminarUn abrazo
La sonrisa de Hiperión, doblemente agradezco tu visita y tu comentario si andas tan escaso de tiempo. No tienes que disculparte de nada, más o menos yo ando igual.
ResponderEliminarUn abrazo
¡ Ay, que sensación tan extraña me ha dejado tu relato de hoy!: me ha gustado mucho pero también me ha espeluznado un poco. La ambientación no puede ser mas realista y la historia mas sobrecogedora.
ResponderEliminarBesitos
Como todo lo tuyo, magistral. Lo detallas todo con tanto entusiasmo que parece que estoy dentro del relato.
ResponderEliminarRuqui, es una historia trágica como tantas las que se daban (y tal vez se den aún) en aquél tiempo:todo quedaba en casa.
ResponderEliminarUn abrazo
Amiga Josefina, a ti no te falta imaginación para verlo todo al pie de la letra. Me alegro que te haya gustado.
ResponderEliminarBesitos.
Hola guapa, conmueve tu relato tan
ResponderEliminarbien expresado, un placer leerte.
que disfrutes el fin de semana.
un abrazo.
Wonderful story as always. Great!
ResponderEliminarGreetings.
Una historia real, inquietantemente real... Similar a tantos y tantos casos que se han vivido en esos tiempos en que los hombres parecian estar por encima del bien y del mal...
ResponderEliminarPero no lo estaban.
Un abrazo fuerte
Eso fue un caso de justicia familiar.
ResponderEliminarQue tengas un buen domingo.
He intentado comentar varias veces, espero que esta vez blogger me lo permita.
Eres la más grande Verdial, esa historia contada por ti...eres la más mejor del mundo mundial...me encantas, historia cotidiana y común en la España de la postguerra...bendito garbanzo y el otro descanse en paz... y deje descansar a los demás.
ResponderEliminarEspero con ansiedad y gozo la siguiente historia, relato, trozito de tu verde más verdial, niña.
Mi abrazotedecisivo
La fotaza (cuadro) me encanta también...que me sumergí tanto en la historia que no me daba cuenta de felicitarte también por la imagen.
ResponderEliminarOtro abrazotedecisivo guapa
Un placer conocer tu espacio, es magnífico.
ResponderEliminarYa te sigo
Un abrazo
Intento, hacerme seguidora de tu blog y no puedo, al parecer debido a que sigo más de 300 blog que es lo máximo permitido. Mañana y con más tiempo trataré de solucionarlo.
ResponderEliminarUn abrazo
Relato triste pero muy real en muchos casos. Escrito de manera magistral como siempre que engancha desde un principio.
ResponderEliminarun fuerte abrazo verdial
maite
Verdial:
ResponderEliminarUn relato centrado en una época muy concreta en la que se daban casos asi, y que afortunadamente este hombre hoy no tiene cabida.
Relato muy completo y que interesa a medida que lo vas leyendo, como un film que vas siguiendo.
Gracias, Verdial, por deleitarnos con tus entradas.
Me hace falta leer un poco de tus versos y entrever tu imaginación ... que maravilla de esccrito
ResponderEliminarSiempre genial.
ResponderEliminarFeliz tarde de domingo.
Verdial, un placer leer tu bello relato.
ResponderEliminarUn beso.
Es un placer leerte, hace tiempo que no se nada de ti, tampoco yo he tenido tiempo de visitar blogs, pero a alguno de los tuyos no podía acceder.
ResponderEliminarParece que ha pasado algo por lo que dices, por aquí y por facebook y por tus largas ausencias.
Sea lo que sea, espero que haya mejorado.
Un fuerte abrazo