Muchas veces a lo largo de su vida deseó ser un muñeco. Pero no un muñeco cualquiera, sino aquél de madera que desde que era pequeño colgaba pendido de los hilos que lo sostenían de las manos y los pies, sujeto por un clavo a la pared. Pantalón negro, camisa a cuadros verdes, chaleco rojo, y unos zapatones negros con una gran hebilla plateada que coronaban sus calcetines a rayas. No había pelos en su cabeza de madera, fiel reflejo de una bola de billar ante cuyos ojos habían colocado unas grandes lentes con montura roja y sin cristales.
El momento de su llegada se encontraba perdido en la opacidad del
tiempo. Como no lo recordaba, llegó a pensar que siempre había estado ahí, tal
vez incluso desde antes de que el naciera. Sí, mucho tiempo llevaba ahí, tanto,
que tenía la certeza de que habían crecido al unísono, codo con codo, que habían
reído las mismas risas y llorado las mismas lágrimas, y a pesar de que en
ocasiones divagaba sintiendo que dormía con él en su cama en las noches de
tormenta, o cuando sus padres no iban a darle las buenas noches, la realidad es
que nunca se habían tocado. Jamás. El muñeco permanecía colgado de la pared y a
él jamás se le ocurrió ni siquiera rosarlo. No hacía falta, pensaba, la
conexión era tan grande que todo lo demás sobraba.
Sí, él, muchas veces a lo largo de su vida deseó ser un muñeco. Aquel
muñeco. Y a veces se cambiaba por él. Como ahora.
Se tumbó en la cama y dejó que cayeran sus párpados. Se dejó llevar,
le gustaba dejarse llevar. En esos instantes, sentía estar pendido de la pared,
mirando sin mirar el cuadro del muro de enfrente, una réplica de la cartelera
de la película Dumbo, diseñado allá por 1.941, mucho antes de que él existiera
y de que existieran sus padres. Si estuviera colgado de aquel clavo, y aunque
no viera con los ojos materiales, sí que vería con los de la intuición, y se
esfumaría en alas de aquellas orejas grandes y sonrosadas del elefante, tan
grandes que serían capaces de cobijarlo y apartarlo de la aplastante realidad.
Y volaría. Volaría a otro espacio, a
otra dimensión en la que no existe el tiempo y todo lo que es presente deja de
serlo. Allí se borra todo, se esfuma todo, se olvida todo. Allí se desdibuja el
miedo. No lo va a negar, siente miedo aunque a veces no sea totalmente
consciente de él, pero lo siente. No es un miedo de esos que paralizan y que secan la boca a la par que finas gotas
de sudor frío empapan los poros de la piel, no, es un miedo oculto pero latente,
que juega a esconderse por entre las rendijas de la realidad y la confusión,
que no es capaz de mostrar su presencia con valentía y que a veces, tan solo de
cuando en cuando, se asoma cobardemente y ataca por sorpresa. Es de lo que
quiere huir ahora. Y se siente bien allí, pendido del gancho metálico, sintiéndose muñeco. No
quiere ser, en esos malos momentos, una carga para nadie, ni siquiera para él
mismo.
Abre los ojos y una tenue línea de luz mortecina se cuela
perpendicular por la ventana. En ella, motas de polvo dorado bailan y le hacen
muecas con su danza. El no quiere mirarlas, se siente confuso y aturdido,
extraño en su posición. Un dolor punzante le atosiga el pecho y se lo aplasta.
Hace ademán de incorporarse. Vano intento. Sus miembros no le responden. Insiste
de nuevo y esta vez mueve levemente una pierna, así, con trabajo y mucho tesón lo
consigue con la otra. Después de grandes esfuerzos logra salir de la cama e
incorporarse. Da unos pasos pesados y lentos y se adentra en la línea de luz
camino de la ventana. Las motas de polvo juegan ahora a envolverlo mientras él
observa fascinado tras los cristales e intuye fuera todo un mundo nuevo para
él. Entonces el dolor de su pecho se mitiga y aspira una bocanada de aire.
Respira, se da cuenta de que respira y sonríe.
Muy despacio, porque aún siente los miembros entumecidos, se desenreda
de las cuerdas que prenden de su cuerpo, las deja caer, y bamboleándose, pone
rumbo a la puerta haciendo equilibrios con sus piernas de madera.
*Imagen de Aquí
Oh Verdial, te has sobrepasado con tu escrito, tiene tanta vida, sueño, sentimientos, que empezaba a quedarme la piel encogida de emociones.
ResponderEliminarBesos y me alegro de leerte de nuevo.
Me alegro que te haya gustado Mari-Pi. Voy a hacer un intento para mantener el blog más activo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siempre he dicho que eres la que mejor escribe del grupo, y este relato lo confirma. Me encanta tu elegante escritura.
ResponderEliminarEl relato está escrito perfectamente,consiguiendo, sin darnos cuenta y a la perfección, el cambio de personaje narrador, cuándo cambia de niño a muñeco.
Lo dicho, me ha gustado mucho.
Yo si he sentido ese tipo de miedo que tan magistralmente describes e incluso me he sentido a veces muñeca con hilos que otros mueven... pero leyendo tu relato me he dado cuenta de que afortunadamente todo eso pertenece al pasado y por lo tanto me he sentido bien leyéndolo. Gracias y un beso grande
ResponderEliminarMe es imposible no imaginarlo caminando a tientas entre hilos y motas doradas... Quizás siempre soñemos con volvernos muñecos y no empezar a ser cargas en algun momento, lo bueno es que volvemos a caminar.
ResponderEliminarAnother beautiful story.
ResponderEliminarI wish you a nice Sunday.
Greetings.
Se ha hecho esperar, pero al fin has escrito otro magistral relato. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué belleza de relato. Sabes pincelar cada retazo de un pensamiento, cada jirón de un sentimiento , de un instante o de un sueño, con una maestría que estremece de principio a fin.
ResponderEliminarFuerte abrazo; pintora de las emociones.
Amiga bien lo dice la anterior comentarista:eres pintora de emociones,me has tenido tensa todo el relato,tienes un dominio de la narración maravilloso,esa punzada de aliento y lucha es conmovedora.
ResponderEliminarUn beso maestra....Maestra de maestras.
Maravilloso, que gustazo volver a leerte, después de esta temporada tan tensa es un auténtico placer venir a tu espacio y disfrutarte...esta vez los hilos los mueves tú y sólo tú...y yo me muevo a tu gusto, porque estoy encantada de ser muñeca de madera en tus letras, dejarme llevar por tu hermoso relato.
ResponderEliminarTe dejo mi abrazotedecisivo ya sabes que lleno de afecto y mimos, muchos mimos, cuídate mucho preciosa.
¿Y muñecos que mueven marionetas que a su vez tiran de carros de madera y pintura vieja?
ResponderEliminarSiempre entresoñando letras,
Saludos
Antonio
togel online
ResponderEliminarbandar togel terpercaya
agen togel
judi togel