Tenía yo la certeza de que el demonio andaba escondido en el ropero del dormitorio de mis padres, donde yo dormía en mi cuna a pesar de contar ya con tres años, y que recuerdo como si fuera ayer.
Sentía un miedo atroz cada vez que tenía que pasar junto a al ropero, sobre todo cuando la manga de alguna chaqueta de mi padre quedaba pillada por la puerta e impedía a ésta cerrarse del todo. Entonces el pánico me recorría de pies a cabeza, porque tenía el total convencimiento de que los ojos rojos y alargados del demonio me acechaban a través de la rendija entreabierta.
Y es que mi madre siempre me andaba asustando con el demonio, que era junto con la bruja del pozo, a lo que yo más temía, pues mi abuela siempre me contaba innumerables historias en las que el demonio se aparecía y me hablaba de lo malo que era, provocando a los niños a que fuesen “malos”.
Lo que pasaba es que yo era muy traviesa y desobediente (¿qué se le puede pedir a un niño de tres años?) y mi progenitora no sabía ya como meterme en "verea". Me entretenía en deshojar los miramelindos y los alhelíes de las macetas del patio, cortaba en tiras las hojas de las apidistras y regaba la carita de bebé de mi hermana con agua cogida de la pila de lavar.
Mi inquieto comportamiento la traía de cabeza, y no se le ocurría otra cosa que asustarme con lo más maligno de aquella época: el demonio. (Mira que el demonio te ve, mira que el demonio te está vigilando, mira que si sigues siendo “mala” el demonio va a venir a llevarte…). Incluso cuando la mayoría de las veces mi hermana lloraba porque yo la pellizcaba o la mordía (es que sentía muchos celos de ella), pues mi madre decía que era el demonio que tenía siempre a mi lado el que me incitaba a realizar tales “maldades”.
Un día, que ya no sé si porque verdaderamente yo estaba más revuelta de la cuenta o porque mi madre se sentía más irritable de lo que debiera, (me estaba entreteniendo en pintarrajear con un lápiz azul de “Alpino” las paredes encaladas del patio) se le ocurrió, con cuatro trapos que se le vinieron a la mano, disfrazarce de demonio para asustarme en vista de que yo no obedecía a sus llamadas al orden. Se cubrió con una gabardina negra de mi padre y se cubrió la cabeza con la capucha; Un paraguas negro entre las piernas hacía el simulacro de rabo. Una vez así ataviada se metió dentro del ropero y comenzó a llamarme con voz de ultratumba y yo, con el miedo recorriéndome de pies a cabeza, acudí. Entonces ella salió de su escondite y me quiso enganchar del pelo.
Ni siquiera un grito de terror pudo salir de mi boca y corrí a refugiarme entre las piernas de mi abuela, siempre enfundadas en tupidas medias negras, y mi cuerpecito temblaba a la par que sollozaba mi encogido corazón.
"Jesús, Jesús, Jesús", decía mi abuela, y prudentemente recriminó a mi madre por su acto.
Me tomó de la mano y me llevó con ella a su mecedora, y allí, en su falda y cobijada por sus brazos de piel flácida y envejecida, me acunaba entre mecida y mecida mientras me cantaba El Vals de las Olas.
Y así, entre nota y nota iba entremezclando retazos de vivencias de cuando ella era niña y la llevaron a la playa, y las olas en su vaivén languidecían a sus pies, tal y como en el Vals. Así también yo desvanecía con su cantinela y me dejaba llevar, aunque temiera volver a pasar junto al ropero.
Eran otros tiempos y en aquél entonces no se tenía el miramiento ni el conocimiento que se tiene hoy sobre la educación de los niños. Las madres castigaban, asustaban y azotaban porque para eso eran las madres y porque no sabían de traumas infantiles. Ningún miembro del Protectorado del Menor iba a venir a salvarte. Ni siquiera existían, así que todo se arreglaba con la consabida pérdida del perdón y el borrón y cuenta nueva . Sin embargo, jamás, jamás, he olvidado ni olvidaré aquél episodio.
A raíz de este suceso ya me contaron que el demonio del ropero era una invención, que lo hizo sólo para que yo obedeciera, que no tenía que temer nada…. pero a pesar de tanto tiempo pasado, yo procuro tener las puertas del ropero de mi casa firmemente cerradas.
Por si acaso.
Que bien escribes VErdial, nunca me cansaré de decirtelo, es un gustazo leerte.
ResponderEliminarLo que han cambiado las cosas, hacer eso ahora sería casi un delito.
Yo creo que cuando más miedo pasé fue viendo cuando chico una película en blanco y negro de Frankestein en casa de unos amigos de mis padres, había un mo´ntón de gente, pero recuerdo que me fui al patio temblando y no me lo podía quitar, nadie me hacía caso, lo mal que lo pasé.
Un relato que es una maravilla por como está escrito y por lo que cuentas, me trae recuerdos de demonios de mi infancia. A mí, curiosamente, quien me asustaba era mi hermano mayor que descubrió en mi calenturienta imaginación un filón de diversión a costa del miedo jeje. Por las noches, cuando estábamos en las cama, me contaba historias terroríficas, y yo me protegía cubriendome co las mantas hasta la cabeza jaja. Pobre iluso de mí. Un abrazo Verdial,agradezco mucho tus visitas. Aversi yo vengo má por aquí, Y por el blog de los misterios! Tíene unos temas muy interesantes y terribles! Saludos!
ResponderEliminarHola Verdial,
ResponderEliminarNi te imaginas lo que disfruto leyéndote. Tienes una capacidad de contar las cosas es que envidiable, palabrita de honor.
Este cuento, esta forma de contar algo que posiblemente sucedió o no, me ha llevado a recordar mi miedo infantil a un pasillo muy oscuro que había en una casita donde residí unos años.
Ay....era muy asustadiza...y supongo que todavía arrastro alguna cosilla ;P
Mil gracias por compartir este escrito tuyo y transmitir esa claridad de ideas, orden interior...
Un gran abrazote ;)
Recuerdos… raros recuerdos que se entremezclan con la sonrisa y la melancolia. Mi hombre del armario se llamaba el hombre del saco. Ese que quienes no durmieran, no se comieran las lentejas, o no hiciera lo que querian te llevaba por las noches metido en un saco. Pero nunca te decian que hacian contigo. Entonces la mente de un niño que llega a ser retorcida imaginaba millones de cosa. Es posible que el hombre del saco te llevase y cuando fueras bueno te devolviese o que nunca tuviera ese saco. Pero… para mí para para mis hermanas, ese hombre era la criatura mas horrible que jamás habría sobre la faz de la tierra.
ResponderEliminarUn verdiabrazo, Un hada.
Oye que asustar está malo, pero es que tú eras un bichillo de cuidado eh?
ResponderEliminarYo también cierro bien las puertas de los armarios y las cortinas del baño, pero por cuenta propia que simpre fui y soy bien miedoso.
Puede existir un nombre más bonito para una flor que miramelindo?
Abrazos.
Maravilloso relato, Verdial. Me transporta a tiempos pasados, me recuerda al pájaro pinzón que mi madre nombraba para que nos portáramos bien porque si no los Reyes no nos traerían más que carbón. En casa también les tenemos un poco de respeto a los armarios, no podemos verlos entreabiertos cuando nos vamos a dormir. Más de una vez nos hemos levantado a cerrarlos. Tienen algo misterioso.
ResponderEliminarEran otros tiempos, por descontado, que no sabían ni por asomo, que ese tipo de"castigo", podría dejar graves secuelas en la tierna mente de un niño, por eso lo hacían. En cuanto a tu forma de contarlo, para quitarse el sombrero. Un beso guapa
ResponderEliminarPobrecita!!! La verdad es que vivimos otros tiempos. A mí me daba mucho miedo la puerta de las cámaras, allí estaban colgados los pimientos picantes (cornetas) y para que no las tocáramos, mi madre decía que eran bichos que picaban y no te puedes imaginar el pavor que me daba aquella puerta, ufff.
ResponderEliminaren fin, la vida era otra...
Besicos muchos.
Ay menudo susto!
ResponderEliminarYo de pequeña tenia miedo a pasar por una habitacion en la casa donde naci. Estaba totalmente convencida de que habia un fantasma, y que podia salir del ropero cuando yo pasaba. Cuando tenia que entrar, pasaba corriendo, como si me persiguieran :)
Bisous
ayy, Muchacha es que eras demonia por Diosss.
ResponderEliminarDebiste sacarle canas azules a tu madre.
Tenemos que ser evolutivos siempre, pero yo aún tengo dudas si ese miedo al ropero es mejor que cualquiera de los trastornos que estamos dejando en los hijos de ahora.
Escribes para perderse en tus letras...
Linda historia. Hay madres que acostumbran asustar con lo del Demonio y otras cosas horribles a sus hijos, mi madre lo hizo, pero yo no lo hago a mis hijos, para que no se crien con miedo y crezcan seguros con mis palabras. Me encanto leerte, gracias por compartirlo, cuidate, besos.
ResponderEliminarYo era muy miedosa de pequeña, tenía verdadero pánico, en mi caso el que nos asustaba era un tío mío, hermano de mi madre, a mí nunca me gustó asustar a los niños, me parece terrible.
ResponderEliminarEste Vals de las olas me ha traído un triste y dulce recuerdo, mi padre lo tocaba al piano, aunque lo hacía de oído, lo tocaba muy bien, él murió hace muchos años y me ha gustado recordarlo.
Un beso, Verdial.
Como suelo decirte delicioso relato,añadir una vez mas y es inevitable me encanta como escribes,y la capacidad de movernos a todos,que de recuerdos y añoranzas,no se si los ninos de ahora podrán contar el día de mañana episodios parecidos a estos,mi fantasma del ropero el famoso Coco!...Ese mismo que aparecía si nos portábamos mal...
ResponderEliminarMiedo me ha dado con lo miedica que era de crío. Atrevido y revoltoso pero miedica. Que era nombrarme al hombre del saco, al tio Camuñas o al abuelo Cebolletas y blanco me quedaba, Pero aún así seguía haciendo de las mías, y más cuando supe que no bajaban de la sierra ni nada.
ResponderEliminarUn besazo infantil.
Nunca te dije lo mucho que me gustan tus historias..?? jejeje. Pues te lo digo de nuevo muchacha.
ResponderEliminarMi madre a mí me asustaba con Dios, ya ves. Que si Dios te castigará, que si Dios todo lo ve..El csso es que yo siempre me preguntaba para mis adentros ¿donde va a llevarme Dios?. Era una pregunta que me aterrorizaba, pues pensaba que Dios iba a alejarme de mis padres ( te podrás hacer una idea de la angustia que me generó ese odioso Dios.
Pero en fin, son cosas de aquella epoca. Y que me gusta recordar gracias a este blog, que más que un blog, hace las veces de terapia de grupo.
Un besazo.-
¿Qué paso con el lateral del blog, lo hecho de menos..?
Los padres, a parte de tratar de controlar la desobediencia y las travesuras, a menudo metían miedo con las cosas a las que nos niños debían tener miedo, para evitar peligros. A mi me asustaban con la "mora del pozo" para que no me acercara a él o con el hombre del saco para que no me alejara de casa.
ResponderEliminarGracias por tus relatos, son un paseo por la historia de los sentimietos. Nos meces entre tus palabras llenas de ternura.
No había oído nunca el nombre de esa flor, miramelindo, es precioso. Lástima que no conozco la flor.
Me gusta muchísimo como has escrito este relato, es una historia muy sincera, porque yo creo que cuando hemos sido pequeños todos hemos tenido miedo al hombre del saco, al demonio, o como mi abuela nos amenazaba con el señor que afilaba los cuchillos. Uff¡¡¡ todavía cuando escucho la flauta que tocan para avisar que viene el afilador, se me ponen los pelos de punta.
ResponderEliminarBesos
Me devuelves un puñado de recuerdos, de esos que vienen de lejos aunque no haya pasado tanto tiempo...
ResponderEliminarRecuerdo al Tío Camuñas de mi infancia, o a la Mano Negra de una gitana que me raptaría si me portaba mal, y al Lagarto de la catedral que me mordería...
A los niños de ahora ya no se les cuentan estas cosas, más por falta de imaginación que por otra cosa y es una pena.
Un beso
En mi caso era el hombre del saco, yo creo que demonio era demasiado fuerte incluso para mi madre :)
ResponderEliminarMe llevas de la mano, de una habitación a la otra, de una mesa a un ropero cerrado o entreabierto. Es una maravilla leer tus historias (o las de otros que nos cuentas) y recuerdos.
Besos.
P.D: Yo tampoco puedo ver durante mucho tiempo las puertas de un ropero abiertas.
hermoso relato, a mi me pasaba con las zapatillas, a veces me parecían ratones
ResponderEliminarun saludo
Me encanta este relato, jajaja.
ResponderEliminarMe has dado una ida para mi pegote, jejeje, es broma.
Muchos besitos.
Verdial,cariño,que compartí contigo esos temores que tan bien relatas,y si,tambien a mi me asustaban con tantas historias tremebundas,y decirte quiero que me agrada como escribes.
ResponderEliminartu amiga marucha.