jueves

El Llanto Del Sicomoro

(Sycomore Gap - Fotografía de Katomam)

Lloraba el sicomoro a la par que continuaba con su tarea de proporcionar sombra. Sus frutos, pequeños y almibarados higos con entrañas de granate, pendían de sus ramas semejándose a las lágrimas que derramaba su dueño.
El sicomoro lloraba sin emitir sonido alguno, sin romper con sus sollozos el zumbido del calor que caía como fuego del cielo, sin interrumpir con ningún estremecimiento el vuelo de las avispas que revoloteaba entre sus hojas. Su llanto nacía hacia adentro y se apagaba hacia fuera, desde la punta de su rama más alta hasta la última de sus raíces aéreas que emanaban de la desértica y negra arena.
Mientras él lloraba y como paradoja, la cigarra seguía lanzado al aire su canto chirriante, desafiando al calor.

Lo supo antes del alba, antes de que el dios Ra comenzara a asomarse por el horizonte anaranjado, antes de que las aguas del Nilo reflejaran los juncos o las flores de los nenúfares azules, incluso antes de que las aves acuáticas rompieran el silencio con sus graznidos.
Simplemente lo supo; intuyó que el niño no vendría.
Aún así se clavó la vista en el arenoso sendero y jugó a imaginar que lo veía acercarse. Desnudo, como mandaba la costumbre, y con un mechón de pelo trenzado que le colgaba al lado derecho de su cabeza rapada; la tabilla y el punzón en una mano. Un racimo de dátiles en la otra que posteriormente desgranaría derramando el almíbar sobre su boca de rubí Los ojos, brillantes escarabajos azabaches, resurgían impúdicos en la piel que por el color instaba a tener el sabor de la canela. El sicomoro sonrió ante el trotecillo desigual del niño que poco a poco iba acortando la distancia entre ambos….Rememoró como se sentaba en las más protuberantes de sus raíces y apoyaba su espalda en su grueso tronco grisáceo.

- ¡No te muevas que me haces desequilibrar en mi escritura! – decía a veces, como intuyendo que el árbol reía ante la visión de su frente ceñida en plena concentración.

Graznaron los ánsares en su bajo vuelo; el dios Sol se encogió en el cielo.
No vendrá. Nunca más vendrá.
Y su angustia se hizo dolor y el dolor aumentó más aún sus lágrimas. El árbol se estremeció sobremanera y algunas hojas cayeron de sus ramas haciendo lentas piruetas en el aire.
Vacío. Se sentía vacío y abandonado. El pequeño, su pequeño se había marchado. No volverían jamás las largas y calurosas tardes en el valle, no volvería a escuchar sus risas ni sus cantos a ritmo letánico.
Solo. A solas. Inmisericorde su soledad.

En la lejanía comenzaron a sonar los llantos de las plañideras. Las intuyó arrancándose los cabellos y salpicándose de cenizas en señal de duelo, de dolor por alguien que ha partido hacia el Más Allá. Sus sollozos se acercaban y se alejaban paulatinamente a medida que el viento los traía o los llevaba…. allá, a lo lejos…divisaba sus siluetas y el cortejo funerario…. Alguien había muerto. Lloraban por el que se había marchado.
Lo recorrió un escalofrío.
Otro cortejo seguía de cerca al anterior. Con más colorido, sin lamentos ni gemidos, con claros signos de algarabía.

Quedó atento, a la expectativa esperando su cercanía. Pasó por su lado y el pequeño lo saludó desde el carro tirado por caballos que lo transportaba. Ya no llevaba el mechón de pelos al lado de su cabeza. Ahora lucía una peluca negra trenzada, símbolo de madurez. Su niño se había hecho hombre. El secó sus lágrimas y lo miró alejarse.

- Me llevarán al templo – le confidenció en un susurro – me instruirán como sacerdote.

Una ráfaga de viento caliente hizo que sus ramas le devolvieran el saludo. Sonrió; le sonrió.
Ambos cortejos tomaron distintos caminos. Uno hacia el valle de los muertos. El otro, el de su pequeño, camino de la educación.

Y el sicomoro comenzó a llorar de nuevo. Esta vez de satisfacción.

17 comentarios:

  1. Amiga, retornamos de las vacaciones, y en el jaleo me encuentro esta bellisima historia, ambientada, ademas, en la Tierra Negra...

    Bellisima y sugerente historia, amiga, te felicito.

    Recibe un abrazo

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  2. Vaya Antiqva, parece que hemos intercambiado los comentarios en el mismo momento... magias de la blogosfera.

    Un abrazo

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  3. Preciosa historia Verdial. Me ha encantado. Es bonito el Sicomoro, ¡tiene un nombre tan lindo, suena tan bien!!!

    Y preciosa la entrada que hiciste en "MI ESPACIO FLAMENCO" Aún no he dejado comentario, pero te escuché y lo leí, ¡eres una artistaza!!

    Besicos muchos.

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  4. Mi estimada Verdial, nuevamente pa quitarse el sombrero ante ti y tu creatividad.
    Coincido con la casa encendida en el nombre del Sicomoro, que palabra tan hermosa, ¡me encanta! y la historia le va a la zaga, nuevamente para disfrutarla a tope, en una mañanita bien calurosa, ¿se puede empezar mejor el día?
    Gracias
    Abrazote y sigue disfrutando del veranito

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  5. he llevado tus historias tan hermosas a mi face.

    recibe un abrazo y mi cariño.

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  6. Me ha resultado triste el camino al que obligan al muchacho. Debe ser que no me acostumbro a ciertas faltas de libertad.

    Un besazo libre!

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  7. Con lo bien que estaba cobijado a su sombra, ese árbol, ese espejo del alma.

    Besos

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  8. Me gustó mucho tu hermosa y dulce historia. La desesperación del Sicomoro atado a la tierra por sus raices dependiendo sólo del niño para poder verlo me resultó conmovedor y me recordó una poesía maravillosa de Nicolás Guillén, "La palma sola".

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  9. me encanta tus relatos...
    Historias con un halo triste de las que siempre puedes reflexionar y aprender...
    En esta ocasíon no recordaba esta palabra, Sicoro, este arbol que llora, que da sombra...que esta vivo
    un saludo.

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  10. Preciosa historia. Me has mantenido en vilo entre los dos cortejos. En fin, la vida nos aleja de refugios cálidos y de buenos amigos. Lo que es seguro es que en la amistad sincera, al arbol-amigo siempre estará ahí, esperándonos.

    Un abrazo

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  11. Verás, por alguna razón estos dias trato se sentir como un árbol, es decir como el ritmo bello y sagrado de la Naturaleza...para calmar el estrés...no se apura, no corre aunque sepa que vendrán tormentas, ahí está confiado y hermoso.

    Así que puedo decirte que este relato me encantó...por todos los matices que le has dado.


    Un abrazo y gracias Verdial

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  12. Saludos veraniegos y me apunto como tarea en estos días leer algunas de tus entradas para ponerme las pilas.

    Un saludazo,
    José Luis.

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  13. Precioso relato, me entristece ver crecer a los niños que me rodean, pero es ley de vida, y también debe ser motivo de alegría ver cómo evolucionan, sentimientos contradictorios, como el de ese sicomoro que se queda sin su amigo, pero que se alegra de su prometedor futuro.
    Un beso, Verdial.

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  14. Preciosa entrada, precioso árbol y precioso nombre. No se si alguna vez te he dicho que adoro los árboles, he disfrutado mucho con tu historia.

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  15. En mis recuerdos de la niñez no existió ningún sicómoro, ni tan siquiera una higuera tan común en nuestra tierra, pero si formo parte de esos recuerdos, demasiados emborronados por su extremada tempranez un bellotero, majestuoso y delirante, bamboleando sus gigantescas ramas al compás del viento por encima de mi cabeza, viéndolo como lo veía, como lo recuerdo, como aquello que quería ser, fuerte y gigante, quizás no lo conseguí, quizás tampoco existió tal necesidad de sentirme protegido por sus ramas y alimentado por sus bellotas, quizás solo sea imaginación desbordada con el paso del tiempo, pero con cinco o seis añitos, recordar aquello aun hoy, me hace pensar sin dudarlo que impresiono aquella mirada infantil, perdurando a través del tiempo y de la distancia, lo volviste a refrescar...magnifico.

    Abrazzzusss

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  16. Qué bonita entrada... Como siempre mujer eres de imaginación inagotable.

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  17. La vida y la muerte, el antiguo e imperial Egipto se aúnan en este relato de tintes bellos y nostálgicos, de descripciones cuidadas que nos introducen de lleno en una escena que tuvo lugar...
    Un abrazo.

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