miércoles

Con Las Manos Vacías


(Con Las Manos Vacías - Miguel Bosé/La Unión)
Oleo "Nieves" - Julio Romero de Torres)
"...Hoy ha vuelto a darme por pensar, que el diablo vino a dar…”


De repente desvió su mirada hacia la cristalera y el exterior se visionó ante sus ojos. Lloviznaba. Un perezoso viento levantaba polvo de los adoquines de la calle, brillantes por el agua y la luz tenue de las farolas en aquél 19 de Noviembre.

Giró la cabeza y volvió a adentrarse de nuevo en la estancia de la cafetería. Una copa en su mano (como siempre tomada a medias con él después del café) y la otra entre la suyas.

“…hoy mi alma no es tan cara…”

Aleada entre el humo del tabaco, las voces de los usuarios y la calidez de la calefacción, sonaba la canción: “Manos Vacías”.

Giró hacia él el taburete de la barra en el que estaba sentada. Se adaptaron a la perfección. Las piernas de ella (tupidas medias negras y tacón de aguja) entre las de él (pantalón color musgo, zapatos Martinelli, cinturón de piel). Se buscaron los ojos mutuamente y sus miradas quedaron clavadas. No existía nada ni nadie alrededor.
Sus corazones se desbocaron. Desearon devorarse el uno al otro. Como ayer, como antes de ayer, como tantas otras veces.

“…puede que me canse del alcohol y que esta noche salga el sol…”

Vio en su mirada como en un plasma de cristal líquido escenas de la pasión de ambos retozando en la yerba húmeda de la noche, ahítos de amor, contemplando las constelaciones por entre las hojas de los eucaliptos. Desnudos. No existía el frío para ellos. Ellos mismos eran candela.
No eran ya adolescentes. La juventud hacía un tiempo que galopaba sobre sus vidas. Vidas ya hechas y asentadas, repletas de responsabilidades y de compromisos fuera de ellos dos. Sin embargo cuando estaban juntos volvían a ser otra vez adolescentes jugando al amor prohibido. Tal vez por eso ninguno tuvo nunca la valentía de saltar la barrera y romper con todo lo que no fuera ellos.

Ella bajó la cabeza y sus largos rizos cayeron en cascada sobre su rostro. El hizo que lo mirara de nuevo a los ojos. Otra vez la envolvió aquella luminosidad del color del océano.

-¿Cuántos somos tú y yo? – e intentó recogerse el pelo en un simulacro de coleta.
- Dos – siempre mirándose a los ojos.
- Dentro de poco seremos tres – y sin apenas darse cuenta se pasó la mano por el vientre.

…”Nunca sopla el viento a tu favor cuando se trata del amor…”

La luz del océano se desvió e involuntariamente se separó de ella. Se habían apagado sus ojos y sus labios permanecieron sellados. Le soltó la manos y apuró la copa.

…” y pretendes ir de prisa….”

No quiso ella abrir el paraguas cuando salieron al exterior. Prefirió caminar a su lado dejando que la fina llovizna dejara en su pelo finas gotas semejando perlas de cristal idénticas a las que emanaban de sus ojos.

“…No me acostumbro a perder…”

De la boca de él no volvió a salir ninguna palabra.

…”en las calles de esta ciudad no te pares a buscar los secretos de las despedidas…”

No volvieron a verse. Después de tantos maravillosos días, semanas, meses, encontrándose a escondidas, ese “dentro de poco seremos tres” rompió el hechizo por siempre.

“…. No pensarías que iba a marcharme con las vanos vacía por ti…”

4 comentarios:

  1. Hola, primero gracias por la visita y el comentario. He estado leyendo tu blog y me ha gustado mucho, si no te importa te voy a poner entre mis enlaces.
    Un saludo!

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  2. :O
    eso de verdad me ha llegado!!! qué real... una vez me dijeron a mí en una historia parecida que conté, que casi podían ponerles nombres a los personajes, y ahora te lo digo yo a ti. La historia siempre será la misma verdad?
    Muy bien contado, me ha encantado!
    Gracias por tu visita y pásate siempre que quieras ;)

    Un beso!

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  3. Gracias a tí Lola, por el detalle.

    Saludos

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  4. Me alegro que te haya gustado Altan. También a mí me llegan tus escritos, que he estado leyendo detenidamente.
    Tus recuerdos están maravillosamente contados.

    Un abrazo

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