El Tarro De Las Lágrimas

(Oleo"Tarro con laurel - José Ato)

He derramado mi llanto escondido detrás la butaca tapizada de tela de cretona que dibuja grandes amapolas y hace juego con la cortina del ventanal.

He sollozado agazapado sobre mí mismo, y el agua que emanaba de mis ojos ha dejado surcos en mis mejillas sucias de tierra.

He llorado a escondidas aún a sabiendas que mi madre no me descubriría, que estaba a solas con mi soledad, pero esta vez de verdad; soledad física distinta de esa otra soledad interior que me ha acompañado siempre.

Y así, abrazado al tarro he sido consciente de que jamás volverán a espiarme sus ojos, ni mis oídos escuchar el timbre de su voz ordenándome lavarme las manos antes de comer, como si aún fuera un niño.

Luego, y siempre abrazado al tarro con mis lágrimas he bajado de nuevo al jardín. El húmedo aire de esta tarde de otoño ha arrancado hojas secas de los árboles y se ha calado entre mi carne llegando hasta mis huesos, dejándolos entumecidos y fríos, pero aún así he reunido la fuerza suficiente para coger el tiesto de flores de begonias que colgaba de la ventana y lo he plantado sobre la tierra removida debajo del algarrobo.

Una sensación de liberación se ha apoderado de mí mientras alzaba mi mirada al cielo, dando las gracias por mi recién estrenada libertad.

Me he sentido feliz.

Después he regado la planta con mis lágrimas para que así puedan llegar hasta ella, mi madre, consciente de que se sentirá satisfecha de que descansen a su lado.

Y también sé que se sentirá feliz de seguir siempre conmigo, aquí en el jardín, donde la he enterrado, y que me perdona por lo qué he hecho.

Las madres lo perdonan todo.

Y yo puedo volar libre sin sus ojos que me vigilen.

Nunca entendió que dejé de ser niño.