Aún a pesar de los centenares de personas congregadas en los bancos, tal parecía que el templo se encontraba vacío. En determinado momento, el sonido quedo interrumpido por el rachear de pasos que caminaban arrastrando los pies, pasos cansinos debido al peso que cargaban sobre sus hombros. Provenían del fondo y se acercaban dolientes hacia el altar. Eran cuatro hombres. Sus espaldas aparecían encorvadas además de por el peso físico que portaban, por el peso moral que los abatía.
Ella se encontraba sentada en el primer banco, acurrucada sobre sí misma. Las manos fuertemente entrelazadas en su regazo, los pies recogidos hacia dentro, casi escondidos, como queriendo con este gesto esconder también su cuerpo. La cabeza reclinada y los ojos cerrados. A pesar de eso no cesaban de derramar lágrimas. Temblaba.
La comitiva llegó hasta ella todavía inmersa en el silencio. A su lado depositaron en el suelo el peso que cargaban. Ella abrió los ojos. Brillos de madera de Abedul barnizada y destellos de crucifijo de plata la deslumbraron. Un frío cuchillo de acero se retorció en sus entrañas y el dolor se hizo insoportable. Un suspiro resonó entre las columnas y los capiteles. Las vidrieras se opacaron y dejaron de traspasar la luz. Sus ojos volvieron a cerrarse y cesaron de verter lágrimas.
La venció el dolor y puso en su alma alas de plata para llevarla a otra dimensión, para que no viviera tan trágicos momentos.
Los demás quedamos sumergidos en la más dura realidad. Cuando las alas de plata la trajeron de vuelta ya la comitiva portaba de nuevo el peso sobre sus hombros. Se lo llevaban.
Yo lloraba de cara al altar, mirando la imagen de La Virgen , otra Piedad madre, que como ella, también lloraba su más dolorosa pérdida.
Hola gusto en saludarte,yo también te felicito por tan interesante contenido y bello blog, muy especial esta entrada,llena de calidez, humanidad y emoción.
ResponderEliminarYa había pasado por aqui,por que me llamó la atención la imagen que utilizas,"Las Alegrias",de Julio Romero de Torres,es uno de mis pintores favoritos de hecho tengo algunos posts dedicados a este pintor,si te gusta este enlace te lleva a los mismos
Julio Romero de Torres posts. América.
Julio Romero de Torres posts. América
hay un precioso video incluso.
Un placer conocer tu blog de hecho te enlazare por que si no me lo pierdo un cordial saludo......
Precioso y con suspense. Me ha gustado mucho este relato, he disfrutado mucho mientras te leía.
ResponderEliminarBesicos
Ceremonioso homenaje a la soledad, y al dolor. Lo he leído como se ha de leer: en el más completo de los silencios.
ResponderEliminarBesos
Precioso el texto, una maravilla. La verdad es que me ha dejado ensimismado su lectura.
ResponderEliminarY bueno, si encima todo está presidido por la imagen de la escultura maravillosa de Miguel Angel, qué decir...
Saludos.
Tienes un gusto exquisito al hablarnos de uno de los momentos más duros por los que tiene que pasar un ser humano.
ResponderEliminarSoy un rendido admirador tuyo.
Besos
Hermoso texto.
ResponderEliminarVolveré, si no tienes incoveniente.
Será un placer que te pases por mi salón.
Cuando me preguntabas en mi anterior post referente a "Mi dolor imborrable" has definido perfectamente un momento que viví, y que ahora, vuelve a mis recuerdos.
Encantada.
Reyes
La casa encencida, un placer que te haya gustado.
ResponderEliminarBesos
Adr, también se permite un peque´ño susurro.
ResponderEliminarBesos
Du guesclin, la verdad es que es un hecho real.
ResponderEliminarUn abrazo
Luz de gas, efectivamente fue uno de los momentos más duros de mi vida.
ResponderEliminarBesos
pd. Ya te he dicho que lo de la admiración es mutua.
Dama, ha sido precisamente tu post anterior lo que me ha hecho publicar éste. Parece que nos comprendemos.
ResponderEliminarUn abrazo
Por la delicadeza de tu relato, por por descripción plástica de la escena, nos trasladas al silencio del templo haciéndonos partícipes del funeral y... nos emocionas.
ResponderEliminar¿Acaso existe algo más devastador e inaceptable que la pérdida de un ser amado? Y sin embargo hay algo más fuerte que la muerte: el amor.
Un abrazo
Sirena Varada, cierto es que es bastante doloroso. Mucho.
ResponderEliminarBesos
Si algo me gusta de los templos es el silencio, ese del que tanto huimos para no escuchar nuestra voz interior, ese que tanto falta en las contaminadas ciudades, ese que nos aterroriza pues lo sentimos hermano de la soledad. En el silencio las alas de plata pueden llevarnos hacia nuestro sagrado ser. Nunca olvido una frase de un místico que alguna vez leí:
ResponderEliminar"cuan profundo es el silencio de Dios"
Un abrazo para ti Verdial!
Eva Magallanes, en este caso y en aquellos horribles momentos, el silencio de Dios era algo que nos hacía nadar en su abandono.
ResponderEliminarUn abrazo