(Oleo "Retrato Femenino" - Félix Revello De Toro)
Se dio cuenta de que el amor era como la energía: ni se crea ni se destruye. Acaso tan solamente puede transformarse.
Un día fue consciente de que la había acaparado ocultándola a su entorno.
Ellos dos.
Ellos dos para murmurarse al oído, para abrazarse, para devorarse las bocas. Para amarse. Amarse a escondidas y de espaldas a todo y de todos.
Y tal vez, como hundidos en la magia del sueño profundo de los cuentos, un pesado sopor los dejó como dormidos durante un tiempo del que ni ellos mismos fueron conscientes.
Se dio cuenta de que el amor era como la energía: ni se crea ni se destruye. Acaso tan solamente puede transformarse.
Ella deseaba que se transformara pronto. Esa energía que la poseía, era considerada por ella como una lacra que no la dejaba respirar ni concentrarse en tarea alguna. Le había robado el apetito y ése, su don especial que tenía para comunicarse con los demás y compenetrarse con ellos.
También le había anulado el ser ella misma.
En estas circunstancias lee costaba conciliar el sueño. Se pasaba la noche pensando, imaginando, soñando despierta lo que tantas veces había desechado de su mente y que cada vez se adueñaba más de ella.
Un día fue consciente de que la había acaparado ocultándola a su entorno.
Sencillamente se había hecho su dueño.
Y ese dueño hizo que a su vez ella fuese dueña de él.
Y ese dueño hizo que a su vez ella fuese dueña de él.
Ahora ella pertenecía a lo escondido, al amor prohibido que emanaba a raudales desde lo más hondo envolviéndola como los cálidos rayos del sol en los atardeceres invernales.
Cada mirada en la distancia un “te quiero”. Cada roce fortuito de sus manos, despertaba un deseo incontenido, cada música en la soledad, un recuerdo.
Cada mirada en la distancia un “te quiero”. Cada roce fortuito de sus manos, despertaba un deseo incontenido, cada música en la soledad, un recuerdo.
El tiempo se paró, el reloj dejó aparcado tu tic-tac y el derredor desapareció.
Ya no existía nada. Ni nadie. Tan sólo ella y él, y su amor oculto.
Ellos dos.
Ellos dos para murmurarse al oído, para abrazarse, para devorarse las bocas. Para amarse. Amarse a escondidas y de espaldas a todo y de todos.
Dejaron de existir para ella la familia, los amigos y los compañeros de trabajo; en definitiva, desapareció todo lo que no fuera ellos dos y su intenso amor.
Noches solitarias en las que se amaban. Las estrellas sus únicos testigos. Las estrellas y esa canción que hicieron suya porque reflejaba fielmente su historia, sus situaciones, sus sentimientos…
Y tal vez, como hundidos en la magia del sueño profundo de los cuentos, un pesado sopor los dejó como dormidos durante un tiempo del que ni ellos mismos fueron conscientes.
Un día el tiempo se despertó, el reloj comenzó tímidamente su tic-tac y el entorno comenzó a tomar forma, una forma cada vez más definida.
Entonces ella comprendió.
Su amor, su maravilloso amor era un hechizo que la impedía ver lo más real de su existencia: Seres a los que proteger, personar a las que amar y educar, amigos a los que escuchar y sobre todo Vida que vivir.
Entonces ella comprendió.
Su amor, su maravilloso amor era un hechizo que la impedía ver lo más real de su existencia: Seres a los que proteger, personar a las que amar y educar, amigos a los que escuchar y sobre todo Vida que vivir.
Sensaciones contradictorias, llantos escondidos, culpabilidad que dañaban el alma, y mucha desorientación.
Si frenaba esa pasión vital clavaba un puñal en el corazón amado. Si continuaba, hacía daño a los suyos con su “no estar” aún estando.
Si frenaba esa pasión vital clavaba un puñal en el corazón amado. Si continuaba, hacía daño a los suyos con su “no estar” aún estando.
Pero la sangre tira, y aún sin saber si tomaba el camino acertado optó por lo primero.
Y acertó.
Sin embargo aún hoy, le duele tanto….
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