viernes

La Mudanza

("Otoño" - Amparo Sáez)

Cuando ese amanecer Herminia despertó lo primero que se le vino a la mente es que el día que tenía por delante era el programado para la mudanza. Se sintió un poco intranquila y no es que eso le fuera a causar a ella un trauma, no, pero le daba como un poco de nerviosismo el cambio. Bueno, un poco no, “un mucho”. Para ser sincera no había podido dormir en toda la noche. Ella, que disfrutaba la nocturnidad en lo más hondo, se sintió molesta por el aleteo de la lechuza que cada madrugada se paseaba sobre sus árboles, y despreció el canto de los grillos que llenaban la oscuridad de las sombras. Esa noche le molestaba cualquier cosa, ante el solo pensamiento de lo que ocurriría al día siguiente.

Herminia llevaba ya muchos años habitando un humilde habitáculo de escasas dimensiones, dónde dejaba pasar lánguidamente los minutos, las horas, los días… en fin el tiempo, aunque en realidad el tiempo quedó parado para ella hacía ya mucho, tanto que ni se acordaba. No era espaciosa pero suficiente para ella, que puesto que estaba sola, no necesitaba más. Bastantes años que llevaba allí con sus pocas pertenencias que la hacían atarse al pasado: su alianza de matrimonio, su collar de perlas, sus pendientes de azabache que le regalara su amado esposo cuando aún eran novios, y una tarjeta postal de un aniversario que conservaba casi siempre entre sus manos. Esos eran para ella sus tesoros, que lo demás no tenía demasiada importancia para esta vida que llevaba.

Herminia no tenía hijos, así que el que la visitaba asiduamente era su sobrino nieto Germán. Los demás familiares parecía que se habían olvidado de ella.
Germán, en sus visitas, la hacía partícipe de sus vivencias, le hablaba de sus problemas e inquietudes y a veces le pedía consejo. Ella se lo agradecía sobremanera. Además él solía correr con todos los gastos del arrendamiento porque ella no disponía ni de una mísera paga de vejez.
Su hogar, a pesar de ser diminuto, era muy soleado porque ocupaba el piso cuarto. Además gozaba de unos preciosos jardines llenos de flores y perfumados de rosas.

Nada más instalarse, y paseando por ellos bajo el sol de la mañana conoció a sus nuevos vecinos: Elvira, que era la más antigua de todos en habitar esa zona, Gabriel, el del bajo, que siempre se quejaba de la humedad, Edelmira, una de las últimas inquilinas, y Andrés, el chico que con sólo 16 años había decidido independizarse de todo lo material… Así rodeada, Herminia ya no se sentía tan sola y los paseos matutinos siempre los hacía acompañados por ellos, que con el tiempo, habían pasado a ser como de su familia.
Un día en su visita, Germán le dio la (triste) noticia de que debían de trasladarla de vivienda. El contrato de alquiler había vencido y al renovarlo la cuota se incrementaba en una cantidad considerable que él no podía pagar, Le contó el motivo de que la economía estaba muy mala, que ella debía comprender que el tenía que mantener a su familia y que lo mejor que podían hacer era llevarla a vivir en comunidad con gente como ella, y que resultaría totalmente gratis, que de eso se encargaba la administración. Así que si ella no tenía inconveniente (por supuesto que lo tenía, pero ya se guardaría mucho de decirlo), le había buscado un lugar algo más reducido en la misma zona, pero suficiente para que se encontrara cómoda. Y claro, ella accedió. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Y ese día había llegado. Sumergida en sus pensamientos estaba cuando oyó los primeros golpes. Sabía que era la hora.
Ni siquiera intentó incorporarse sabedora como era de lo que vendría a continuación.
Tiraron de su lecho y lo sacaron fuera. Hombres con guantes de látexla apartaron de su lugar de descanso, partieron sus huesos por las articulaciones y los depositaron en una bolsa de plástico similar a la de las basuras comunitarias. Luego separaron su cabeza de las vértebras cervicales y la volcaron también en el saco. Por último metieron los negros jirones de lo que quedaba de su vestido.

(¿Qué hacemos con ésto?)
(Tíralo al contenedor de basura de la esquina.)
(Espera, que tal vez ésto pueda ser de valor.)

Y se guardó en el bolsillo los pendientes, el anillo y las perlas. La foto, enmarcada y ennegrecida quedó tirada de cualquier manera en la basura.
Luego cargaron el saco y lo volcaron en una fosa común. Los huesos de Herminia se mezclaron con otros huesos ya mohosos y cubiertos de tierra y podredumbre. Muchos había, no sabría decir ella cuantos. Restos de los que un día fueron personas y que ahora aparecían despojadas de su carne. Seres cuyo recuerdo se había perdido a través de las generaciones, y vivían en el olvido del tiempo pasado, tal y cómo en determinado momento ocurriría con ella.

Se resignó a su suerte y pensó que ahora esos serían sus nuevos vecinos. Sabía que la vida (o la nada) consistía en eso y se dejó llevar.

Después oyó como una gruesa losa tapaba la fosa.

En el contenedor, la imagen de la fotografía lloraba.

13 comentarios:

  1. Eso es una mudanza y no lo mío, me has llevado a lo más profundo del romanticismo y me ha encantado, vaya clase magistral.

    Besos maestra

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  2. En Chile y Argentina es frecuente el uso de mudarse con el sentido de marcharse, irse.
    Y Cervantes en La Ilustre Fregona así lo usa: adios, que me mudo.

    El título de tu entrada no puede ser más apropiado, aunque Herminia no se despidiera de nadie.

    Un cordial saludo, y muchas gracias por tu visita a mi Perrera, en mi nombre y en el de Cisco.

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  3. Conmovedor y profundo relato, me atrapo desde el principio, me lleno el cuerpo de cierta tristeza ,puede ser que llueve y el tiempo gris nos hace mas sensibles, muy bello, pero te digo este post no dejara indiferente a nadie un abrazo.

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  4. Bonito y triste relato; pero disfruté leyéndolo

    Saludos flamencos desde Cáceres.

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  5. Hola
    Qué triste el final y qué tierna la relación con Germán!
    Seguro que en su nuevo "hogar" se sentirá bien, y Germán también la visitará.
    Un biquiño desde Coruña. y gracias por visitarme.
    Diana

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  6. Excelente relato. Esconde mucho sentimiento, bueno, no lo esconde, lo muestra todo :) Lo de "un mucho" me recuerda a mi abuela, es muy andaluz.

    Besos

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  7. Es espeluznante este relato.

    La primera vez que te lo leí me impactó de manera positiva por tu capacidad para ponerte en el lugar de Herminia, plasmando todas y cada una de sus emociones a través de las letras.

    Ahora de nuevo me encuentro con él, y sigue impactandome a la par que me da escalofríos. Es genial.

    Un beso.-

    (Alternativa)

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  8. Hermoso relato. Me ha llegado al alma y más cuando se tiene en casa a una persona mayor con ciertos problemas relacionados.
    Pero apartando eso, el relato es magistral.
    Besicos guapa

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  9. Impresionante querida Verdial. Un profundo texto que consigue trasladarte al habitáculo de Herminia. Magnífico.

    Un fuerte beso.

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  10. Luz de Gas: Yo creo que Herminia prefería tu mudanza por encima de todo.

    Antonio: No sabía que en Chile y Argentina usaran esa expresión aún a pesar de que tengo grandes amigos por aquellos lares. Siempre es bueno aprender algo nuevo.

    América: Me encanta el tiempo gris y lluvioso. Aquí ahora, en Sevilla pasamos de los 40 grados. Con mucho gusto te cambiaría el tiempo.

    Pedro: Un placer que te haya gustado aún a pesar de su crudeza, y un honor tu visita.

    Diana: Sabes, este relato tiene una base de real, aunque yo no quisiera verme nunca en esas circunstancias.

    Adr: Bueno, demasiado bien sabemos como hablan nuestras abuelas andaluzas. Para mí, desde luego, todo un placer oir esas entonaciones sin el pijerío de ahora.

    Alter: Gracias por visitarme en mi nuevo espacio, para mí es todo un lujo.

    La casa encendida: De alguna manera u otra todos tenemos alrededor personas mayores y el lógico que más de una vez se piense en esas cosas. Al menos yo lo pienso.

    Aguaó: ¿No te ha pasado nunca asomarte a un habitáculo parecido cuando has asistido a un funeral?.

    Besos a todos y gracias por vuestras visitas.

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  11. Me has dejado sin respirar. Muy buen relato.

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  12. Estoy impresionada. "La Mudanza" es un relato realmente profundo a la par que hermoso y, paradógicamente, de una gran crudeza y una gran delicadeza a la vez.

    (Con razón luz de gas te llama "maestra")

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  13. Verdial!, me has sorprendido con el giro intenso y macabro de tu relato... la solitaria anciana que sería llevada a un asilo en un dos por tres se convierte en un puñado de huesos que van a incrementar la fosa común. El relato completo es una dolorosa metáfora, imagen que se arma por si misma sin que las palabras de manera explícita y literal expongan el drama. Una metáfora que también puede alcanzar un sentido colectivo en cuanto al destino físico de la existencia humana.
    Cariños!

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