Había un pozo en el patio de mi casa cuando yo era pequeña. Un pozo profundo, profundo. Decía mi padre que tenía 48 metros de profundidad, y si mi padre lo decía es que era verdad., porque los padres, al menos el mío, no decían mentiras nunca. Las mentiras las decían sólo las niñas malas (según parece, como yo).
Tenía el pozo una especie de polea que nosotros llamábamos “carrillo”, y de él pendía una soga que pasaba de un lado a otro y de cada extremo colgaba una cubeta de madera rodeada por tres aros metálicos, que ya estaban oxidados de tantas idas y venidas al fondo.
El brocal medía sobre un metro de altura, por lo tanto, ni mi hermana ni yo, que éramos pequeñas conseguíamos asomarnos al fondo a no ser que nos subiéramos en un cubo puesto del revés, cosa que como es de imaginar, teníamos totalmente prohibido.
Claro, pasaba que nuestra madre no estaba las 24 horas del día pegada a nosotras, así que cuando se metía en la cocina a cocinar, o subía al corral a tender la ropa, pues nada, allí que estábamos las dos discutiendo a ver quién era la primera que se asomaba.
A mí, la verdad es que me daba mucho pánico asomarme porque la profundidad me daba vértigo y sobre todo, porque mi madre no cesaba de chinchar con los metemiedos que se traía a cuenta de la bruja.
Decía que en el fondo vivía una bruja que si las niñas se asomaban las cogía del pelo y se las llevaba, y por supuesto que nosotras lo creíamos a pié juntillas.
Yo me asomaba a través del brocal pero con las manos fuertemente asidas al borde, tan fuerte, que los dedos se me ponían blancos casi transparentes, no fuera a ser que me dieran un tirón del pelo y me llevara para abajo la bruja ésa que vivía en los confines del fonfo; lo que pasa es que nunca la vi. “Estará escondida” decía la sabelotodo de mi hermana”, así que debería ser una bruja dormilona porque jamás dio señales de vida.
En las paredes del pozo había helechos que crecían con la oscura humedad de sus paredes rocosas “(Por ahí es por donde trepa la bruja para salir cuando las niñas son malas – decía mi madre)”, y a pesar de su profundidad se veía claramente el agua del fondo, que allá en la distancia reflejaba nuestras caras en lo más alto.
En el verano mi madre sacaba agua fresca del pozo y nos daba a beber en la misma cubeta y nos sabía riquísima, fresca y suave, proveniente de un manantial subterráneo que corría constantemente.
“Es el agua más fresca que se puede beber – decía mi madre –más fresca que la del búcaro”.
Claro lo que pasa es que en esos tiempos no había refrigerador en mi casa, así que no se podía meter dentro una botella de agua. Ni botella de agua ni nada.
Pero sí que cuando regresaba bien tempranito en los días de verano, mi madre del mercado, siempre traía una sandía, y para que estuviese fresca al comerla, la metía dentro de la cubeta al fondo del pozo. Y ahí se quedaba hasta la hora del almuerzo, Y bien fresquita que estaba.
Lo malo era los malos ratos que pasábamos mi hermana y yo cuando llegaba la hora de sacarla. Oye, que siempre nos pensábamos que la bruja se había quedado con ella.
Así que mientras mi madre tiraba y tiraba de la soga para sacarla, las dos rezábamos un Ave María (nada, esas cositas que nos enseñaban las monjas), para pedirle a la Virgen que por favor la cubeta subiera con la sandía dentro.
Y mi madre, joder, mi madre también le ponía teatro a la cosa: “Pos parece que la cubeta viene vacía. (Y nosotras Santa María Madre de Dios…) Al menos yo no la veo…” (ruega por nosotros pecadores y Virgencita por Dios que no se la haya llevado la bruja.)
Y encima de cuando en cuando hacía más lento el tirar de la soga para darle más emoción (ahora y en la hora de nuestra muerte…).
“¡Anda! Si parece que la estoy viendo venir”. (Amen, Amen, Amen) Y nos abrazábamos las dos, porque la verdad es que la sandía, siempre venía en la cubeta.
Debería ser que a la bruja de mi pozo no le gustaba la fruta.
*Imagen: "Pozo con geranios y rosas" - Óleo sobre tablilla entelada - Carmen Medina.
Delicioso relato,para disfrutarlo una y otra vez,la escena a pasado frente a mis ojos con toda la frescura de esas cosas que recordamos de nuestra infancia precioso!
ResponderEliminarEn mi país a la sandía la llamamos patilla, y que rica es sobre todo en época de calor,
Qué bonito relato y cuantos recuerdos me has traido a la mente!!! He recordado la casa de una amiga. El pozo lo compartían dos casas y a mí me ponía la carne de gallina, la puñetera pasándose a la otra casa por el filo del pozo. En mi casa también había uno, pero lo cerraron cuando era muy pequeña, ya que estaba en un lugar peligroso porque había mucho trasiego de personal en aquel lugar, pero aún así, también me acuerdo que mi madre metía la sandía.
ResponderEliminarBesicos guapa
Cuantas historias alrededor del pozo, donde antes se hacía la vida. La frescura de nuestros patios, herencia árabe es vital y de alguna manera debemos seguir perpetuándolos.
ResponderEliminarEntradas como esta lo hacen.
"Lo tiré al pozo.... el clavel que me diste....lo tiré al pozo..."
Saludos
Antonio
Muy bueno de verdad.
ResponderEliminarJuan Ramón Jiménez escribió un capítulo en Platero y Yo titulado El pozo, en el que da una bellísima lección de maestría literaria pero, comparado con el tuyo, que desborda humanidad, sencillez y vida palpable, se queda en eso: en literatura formal.
Te sigo. Saludos cordiales.
Muy buen relato.
ResponderEliminarEn mi infancia también hubo un pozo, fue una ocasión que pasamos unos días en la casa de mi abuela, para conocer su aldea natal y su casa, con unos habitantes de lo más raro, entre los que se encontraba un mudo.
Era tanta mi expectación por ver a alguien mudo que desde mis 7 años me provocaba una curiosidad tremenda, pero la poca psicología infantil de mi abuela al contestarme me marcó considerablemente, ya que me explicó tras yo preguntarle porqué no hablaba, que se quedó mudo al caer al pozo, mudo de puro miedo.
Te aseguro que a día de hoy, muchos años después, aún siento esa "punzaíta" de miedo al acercararme a un pozo.
Un besazo verde.
Preciosa historia he recordado cada sorbo de agua bebida de un pozo.
ResponderEliminar¿Por qué tendrá tanto misterio un pozo?
Que placer leerte, lo haces tan sencillo y entrañable.
Besos
Gracias por visitar mi blog.
ResponderEliminarEl tuyo me ha parecido precioso.
te enlazo al mio.
saludos
Un auténtico lujazo a estas horas de la noche, después de un día entero de trabajo (lunes para mas inri) poder disfrutar con lecturas como ésta. Una verdadera maravilla.
ResponderEliminarComo dice Juan, los pozos son lugares misteriosos, quizás porque penetran en las entrañas de la tierra....
Saludos.
Los padres nunca decían mentiras y las madres (que eran muy madres) tenían ese humor delicioso que nos ayudaba a recrear nuestras fantasías infantiles... ¡Y pobre de quien no las tuviera!
ResponderEliminarComo siempre, encantadora en tus relatos y con estos calores también se agradece el fresquito del agua del pozo y la sandía.
Un beso
Interesante
ResponderEliminarEl precio del progreso.
ResponderEliminarLa mayoría de aquellos pozos "caseros", o se han secado o han sido "condenados" para evitar desgracias. Pero a todos nos traen nostálgicos recuerdos de tiempos pasados.
Precioso relato y estupendo blog. Es la primera vez que te visito y te enlazo al mío para seguirte.
Saludos flamencos desde Cáceres.
Sigue la luz y busca hay algo para ti que te mereces.
ResponderEliminarBesos
xDDDD
ResponderEliminarqué mona, qué gracia me has hecho!!!! Mi hermana y yo también estábamos muy influenciadas por las monjitas, hay que ver, que parecía que todo se solucionaba rezando jaja!!! Y también nos creíamos todas las historias que nos contaban los adultos. Infancia es igual a inocencia, vaya que sí.
Muchos besos. Perdona que haya estado tanto tiempo sin leerte. Me he mudado y he estado muuuuy absorbida, y sin internet además durante una temporada. Pero ya estoy de vuelta. Por cierto... ¿alguien de Zgz por ahí? Es que estoy bastante solita :p
Muchos besos
América: verdaderamente son cosas que van unidas a nuestra infancia, y para mí desde luego, es un placer recordarlo.
ResponderEliminarLa casa encencida:El pozo de mi casa también era compartido con otra, pero yo nunca tuve el valor de pasarme al otro lado. Bastante asustadas nos tenía mi madre con la leche ésa de la bruja.
El callejón de los negros: No te voy a decir que yo haya tirado al pozo un clavel, pero si que cuando mi madre no estaba pendiente tiraba todo lo que se me venía a las manos. Y cuanto disfrutaba con ello.
Antonio: Por Dios, creo que no soy merecedora de tan bellas palabras al compararme con el gran maestro Juan Ramón. Que más quisiera yo. Sin embargo, te soy sincera y te digo que me has henchido el ego.
Dama: Desde luego hay que ver las explicaciones que nos daban cuando éramos pequeños, sobre todo las abuelas. En mi caso teníamos una vecina de nuestra edad con la que jugábamos y era muda. Nos impactaba mucho. Tanto es así que mi hermana la menor, ya adulta, se empeñó en aprender el lenguaje de signos y vaya si lo consiguió. Yo me sé también algunas cositas.
Luz de Gas: Yo pienso que un pozo tiene misterio porque no podemos llegar a conocer sus profundidades ni lo que encierra en el fondo. Lo mismo que nos ocurre con determinadas personas. Además de misterio yo diría que es también un reto.
Jerusalen: No me des las gracias por la visita que ha sido todo un placer para mi colarme en tu casa. Maravillosa por cierto.
Du guesclin: espero que durante el fin de semana te hayas recuperado de todos esos largos días de trabajo que tenías por delante cuando me hiciste el comentario.
Y en cuanto a los pozos estoy de acuerdo contigo. Puro misterio.
Sirena varada: La sandía y el pozo creo que van de la mano del calor del verano, al menos por estos lares del sur.
Leo: Gracias por tu visita. Me alegro que te haya gustado.
Pedro: Ya estamos enlazados a través del blog de cocina, pero también te enlazaré por aquí.
Altan: sabes, te he visitado muchas veces y estabas perdidita. Espero que tu vuelta sea para quedarte, lo cual me alegra.
Besos a todos