(Oleo "Mesa de Camilla" - Francisco Lozano)
En mi casa, y como estaba “mandao”, cada año y el día de Todos los Santos se ponía la mesa de camilla. Vamos, en mi casa y en todas las casas de estos lugares. Se ponía, como he dicho, el día de Todos los Santos y se quitaba allá por Semana Santa si ésta caía en abril, que si caía en marzo no se podía quitar aún. Ya ves, costumbres y tradiciones (jejejeje yo todavía las conservo).
El poner la mesa de camilla era todo un acontecimiento. (Venga niñas que vamos a poner la camilla) Y hala, a sacar la mesa del “soberao” y del baúl las enaguas pa la mesa, toda envueltas en bolitas de alcanfor (naftalina), olor que le duraba todo el invierno. Antes no había esos ambientadores antipolillas que ahora se ponen en los armarios y cajones, no, antes había bolitas de alcanfor que comprabas en la droguería del Juanito (niñas, por Dios bendito ni se les ocurra a ustedes metérselas en la boca que son venenosas) y la verdad es que eran toda una tentación porque mira, parecían perlas japonesas de esos collares que usaba tantola Jacky Onassis.
Y nada, en cuanto la camilla estaba puesta, pues todos a sentarnos alrededor, hiciera o no hiciera frío y a cubrirnos con las enaguas de la mesa.
Y nada, a escuchar en la radio a José Guardiola cantar con su hija "Dí Papá".
Boomp3.com
Claro que lo malo era cuando tocaba comer puchero, o sea todas las noches. El puchero tardaba mucho en hacerse, y mi madre decía que la hornilla de no calentaba suficiente, por lo que decidió que el puchero se cocinaba debajo de la camilla, en el brasero.
No te digo nada, allí que plantaba la olla exprés, una de esas primitivas magefesas, con la pesa dando más vueltas que un trompo, y soltando más vapor que la chimenea de una locomotora de hace dos siglos.
En mi casa, y como estaba “mandao”, cada año y el día de Todos los Santos se ponía la mesa de camilla. Vamos, en mi casa y en todas las casas de estos lugares. Se ponía, como he dicho, el día de Todos los Santos y se quitaba allá por Semana Santa si ésta caía en abril, que si caía en marzo no se podía quitar aún. Ya ves, costumbres y tradiciones (jejejeje yo todavía las conservo).
El poner la mesa de camilla era todo un acontecimiento. (Venga niñas que vamos a poner la camilla) Y hala, a sacar la mesa del “soberao” y del baúl las enaguas pa la mesa, toda envueltas en bolitas de alcanfor (naftalina), olor que le duraba todo el invierno. Antes no había esos ambientadores antipolillas que ahora se ponen en los armarios y cajones, no, antes había bolitas de alcanfor que comprabas en la droguería del Juanito (niñas, por Dios bendito ni se les ocurra a ustedes metérselas en la boca que son venenosas) y la verdad es que eran toda una tentación porque mira, parecían perlas japonesas de esos collares que usaba tanto
Y nada, en cuanto la camilla estaba puesta, pues todos a sentarnos alrededor, hiciera o no hiciera frío y a cubrirnos con las enaguas de la mesa.
Debajo de la mesa se colocaba la tarima con un agujero en el centro dónde se ponía el brasero (la copa decíamos nosotros y todos por estos lugares). El brasero (o la copa) por aquél entonces y en todas las casas, era de cisco carbón, porque había poco dinero para pagar la electricidad, pero en mi casa no señor, en mi casa el brasero era eléctrico, y no porque la economía fuera boyante, que no era el caso, sino porque mi padre era electricista y apañaba el contador para que no corriera, así que disfrutábamos de luz gratis con la trampilla que él hacía. Por lo tanto, y para envidia de la vecindad, nuestro brasero era eléctrico.
Y que bien y que agustito se estaba sentada alrededor de la mesa de camilla. Mi madre le ponía un mantel de plástico para comer, pero mientras tanto colocaba en el centro un pañito de croché y encima un frutero lleno de naranjas o de granadas, porque en el corral de mi casa había un “granao” que había plantado mi abuelo ya difunto por entonces.
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Claro que lo malo era cuando tocaba comer puchero, o sea todas las noches. El puchero tardaba mucho en hacerse, y mi madre decía que la hornilla de no calentaba suficiente, por lo que decidió que el puchero se cocinaba debajo de la camilla, en el brasero.
No te digo nada, allí que plantaba la olla exprés, una de esas primitivas magefesas, con la pesa dando más vueltas que un trompo, y soltando más vapor que la chimenea de una locomotora de hace dos siglos.
Y nosotras allí sentadas, aguantando mecha. (“Omaíta”, que tengo las piernas mojadas del vapor) (Eso no es ná, si el vapor también está calentito) Anda, hora y media que tardaba el puchero en hacerse, pues hora y media que las piernas nos chorreaban del vapor. La verdad es que deberíamos haber metido la cara para abrirnos los poros, pero entonces los truquillos de belleza no se conocían. En mi casa la cara se lavaba con agua fría del pozo y con la pastilla de jabón de Mirugia. Y gracias había que dar, porque otros se la lavaban con jabón verde.
Desde luego la que salía perdiendo era mi abuela. Mi abuela ya fuera invierno o verano siempre estaba vestida de negro (guardando luto por mi abuelo muerto hacía años) y las medias que usaba eran de lo más tupido, así que cuando mi madre retiraba del brasero la olla a presión, las medias de mi abuela se podían exprimir. (Jesús, Jesús, Jesús,- decía ella-) Y se iba la pobre para su cuarto buscando en los cajones de su cómoda el par de repuesto que tenía. (Que eso no es “na” Dolores – decía mi madre- que así se ahorra usted de lavarlas). Anda, fíjate las ocurrencias de mi madre. Y es que mi madre siempre ha sido igual, vamos que yo se lo digo: “Omaita”, tienes menos neuronas que una maja de palo.
Y ella se ríe.
Que de recuerdos en las mesas de camilla, que calentito taparte hasta arriba y sentir esa copa de cisco calentarte entero cone se sueñecito que entraba.
ResponderEliminarHace años que no la uso y la echo de menos, pero que le vamos a hacer las costumbres cambian.
Me ha encantado el detalle de la Onassis y por supuesto tu relato entero.
Besos
Vaya!!! Estoy impresionada con lo fascinante de tu relato, hasta me hiciste meter las rodillas bajo la mesa.
ResponderEliminarExcelente...
Soy un hombre del futuro, mi mesa camilla es portátil; consiste en una alfombrilla eléctrica (luego me cuenta cómo se hace lo del contador), que meto en un saco, y los pies fríos dentro de él. Estando los pies calientes, lo demás va solo. He probado preparar las viandas en mi invento, por eso no lo recomiendo.
ResponderEliminarPues me ha venido como anillo al dedo tu crónica de la mesa de camilla, aunque para mí tampoco es un asunto del pasado, ya que aqui estoy apoltronao en la mía, que este año ha habido que ponerla antes de los Santos. Esta es de las modernas, con su termostato, para que con el calor fuerte no le salgan a uno/a "cabrillas" (yo no sé ni lo que eran las cabrillas, pero mi madre siempre lo decía).
ResponderEliminarOir llover sentado a la camilla leyendo... ¡paraíso invernal! Yo no lo cambio por los aires esos con bomba de calor ni otras modernuras. ¡Ni hablá de la peluca!
Un beso de "ElAmanteSinCuerpo"
Jajajaja, como me he visto en la mesa camilla de mi casa y en la cocina que estaba, no había más habitaciones. El brasero de picón y cuando te arrimabas, porque aquí hay que arrimarse cuando hace ese frío de mil demonios, te salían cabrillas en las piernas, ¿te acuerdas? Y la mujeres mayores de la casa se protegian con unos cartones redondeados y cogidos con una cintas para procurar no tener esas rojeces tan feas que decian ellas, les salian.
ResponderEliminar¿Sabes que estrenaba yo el día de los santos el año que tocaba? El abrigo y los zapatos, pero eso solía ser cada dos años, porque los zapatos nos los compraban dos números más grandes y abrigo parecía a veces una túnica, llegaba por los tobillos. ¡Madre mía que tiempos!
Besicos guapa y disfruta los huesos de santo, yo puede que haga gachas.
Querida Verdial! Hoy la Noche hermosa esta de Halloween, te invito a celebrarla paseandote por mi cuevita!
ResponderEliminarSaludos Querida Amiga
Por aqui, al menos en mi familia, es costumbre heredada hacer, y comer, gachas en estos dias...
ResponderEliminarUhm, que ricas cuando estan calentitas y con miel...
Un abrazo, amiga
Luz de Gas, efectivamente las costumbres cambian, pero yo no me resigno a perder la mesa de camilla.
ResponderEliminarAsí que hoy día 1 de noviembre, y como está mandao, mi marido va a sacar la camilla del sótano, (que conste que yo le ayudo), vamos a quitar la mesita de verano que hay ante el sofá, y a colocar la camillita, que ya tengo planchada la ropa. Por supuesto el brasero eléctrico también.
Y esta tarde, a escuchar música y escribir bien calentita.
Un abrazo
Esperanza, no sabes tú bien lo que se disfruta cuando se es niña, escondidida bajo la camilla. Y bien calentita además.
ResponderEliminarUn abrazo
Antón Abab, también tengo yo una mantita eléctrica, pero ésa la meto entre mis pies bajo las sábanas. A mi me gusta acostarme temprano y a mi marido tarde, así que generalmente soy yo la que (y en el buen sentido de la expresión), calienta la cama.
ResponderEliminarSaludos
Ay Amante sin Cuerpo, que me has puesto los dientes largos con lo de la lectura y la lluvia. Que llueva que llueva la Virgen de la Cueva, que esta tarde quiero yo inaugurar la temporada camillera.
ResponderEliminarNiño, que las cabrillas esas son unas manchas rojizas que salen en las piernas por efecto del calor. No entiendo yo mucho de éso, pero creo que es algo que se produce debido a la dilatación varicosa.
Un abrazo y ahora me doy una vueltecita por tu blog, que ultimamente estás perdidillo.
La Casa Encendida, que yo también estrenaba abrigo y zapatos nuevos para ir a misa de 10, y también cada dos años, porque nos los compraban una talla más pa que durase.
ResponderEliminarLa que no estrenaba nunca era mi hermana, que siempre heredaba lo que a mí se me quedaba pequeño.
Un abrazo y buen provecho con los huesos de santo.
Noche, ya regresé de tu "cuevita", y vengo realmente impresionada. Muy buen trabajo.
ResponderEliminarBesos
Antiqva, buen provecho también para tí de las gachas. Aqui son más populares los huesos de santo.
ResponderEliminarUn abrazo
Delicioso relato,no conocía la costumbre,así que lo disfrute al igual que el tema musical,todo cálido y amable.....Bello.
ResponderEliminarEn casa de mi abuela, el día de todos los santos se iba al cementerio, y después comíamos cocido que ella preparaba como nadie… y por supuesto, con el braserito puesto… pero el de ella seguía siendo de carbón, porque a ella le gustaba mas, decía que calentaba mas. Pero lo que mas hecho de menos es los días anteriores al 1 de noviembre… En mi ciudad, se hace arrope, y lo hacíamos en la casa de la huerta, mis primas y yo… y por supuesto mi abuela. Y casi siempre llovía a final de octubre, por lo que nos tirabamos horas oyendo llover, mientras limpiábamos los higos… como añoro esos días…
ResponderEliminarMi madre saco el brasero, este si es electrico, el sábado pasado, y hoy ya me metí bajo las faldas de la mesa de camilla para calentarme… mi madre siempre derrite la suela de las zapatillas, no se como lo hace, pero gasta un par de zapatillas al mes durante el invierno…
Me ha encantado Verdial.
Muchos besos
No hay que perder estas tradciones, son únicas y están cargadas de una gran nostalgia. Además que nos hacen regresar a ese pasado que siempre miramos con una amplia sonrisa.
ResponderEliminarUn besazo del indomable Dani Hunting
A pesar de tu mesa de camilla te animo a que salgas a las calles de nuestra Sevilla y pasees estos espléndidos días de otoño, y que disfrutes de la lluvia y de la niebla...
ResponderEliminarUn abrazo. J.J.
Pues yo verdial la puse ayer, bueno la mesa está puesta todo el año pero ayer ya saqué la ropa de camilla y el brasero y aquí me tiendo, me tapo y veo la tele y se está de agustitooooooooo.
ResponderEliminarPor cierto vamos a ver que haceis con los contadores que yo trabajo en Sevillana Endesa jajajaja (es broma, bueno lo de mi trabajo no)
Besitos
Muy divertidos tus recuerdos. Por aquí también se utilizaba la mesa camilla, se tenía siempre en el cuarto de estar, que se llamaba a la habitación en la que más se estaba, nunca se quitaba, sólo se cambiaban las faldas (enaguas), más gorditas en invierno y más finas en verano.
ResponderEliminarCuando llegué a Jerez me sorprendió la mesa alargada y alta que tenían delante del sofá, yo pensé que era ese tipo de mesa a la que se llamaba copa. Aquí ya no se utilizan las estufas, así que me compré una allí para ponerla debajo de la mesa y me parece de lo más acogedora cuando voy en invierno.
Besos, Verdial.
Aquí no se ponía mucho la mesa camilla por eso de que el invierno no es muy frío, bueno a lo mejor sí en las medianías.
ResponderEliminarDe todos modos si recuerdo una mesa camilla en casa de mis suegros con sus tapetes de ganchillo que ella misma se ocupaba de hacer.
Lo de la trampa en la luz me ha hecho gracia, donde vive mi hija los caseros tenían la electricidad así, y hace poco llegó el de la compañía a llevarse el reloj, a mi hija casi le da un ataque porque ella no sabía nada de eso, ahora están gestionando para ponerla como Dios manda, o la compañía más bien, pero ya se sabe que las cosas de Palacio van despacio.
Un saludo y que tengas una buena semana.
Me has devuelto a una escena de no hace muchos años. Mi abuela, mi madre y mi hermana acopladas a esa mesa, solo que en mi casa era (y todavía es) rectangular. Pero eso sí, la copa la tiene :)
ResponderEliminarNo veas la piel que se os ha tenido que quedar en las piernas con eso del vapor del puchero :)
La canción en mitad del texto: genial, acaba a uno de meterle por completo en el ambiente hogareño.
Un lujo pasarse por el pasado visitando tu casa.
Besos
¡que bonito tu relato!. Yo la tengo, a mi me encanta, no hay nada mejor que una buena mesa de camilla y un buen libro. Ahí radica el placer de la vida.
ResponderEliminarTengo una amiga que no la pone porque no le pega, así de real, y está aterida con un calentadorcillo de nada, eso sí, moderno y de diseño sin igual.
En casa de su madre se lleva la ropa de camilla hasta el cuello.
¡cosas...!
Si te pasas por mi blog, verás que hay algo para ti.
ResponderEliminarY tomar buñuelos y huesitos de santo...; aqui nos gusta seguir las tradiciones y nunca nos faltan los dulces típicos y la visita a nuestros seres queridos desaparecidos.
ResponderEliminarY unas castañitas asadas... uhm!!!!!
El premio Premio "I love your Blog",es para ti también y espera por ti
ResponderEliminarPerdona por no haberme pasado estos últimos días por el blog, pero me ha sido imposible y ahora me estoy poniendo al día.
ResponderEliminarMe trae tantos recuerdos la mesa de camilla de mi abuela.... Las brasas debajo, el mantel de punto....
Gracias por llevarme de nuevo a mi niñez, sobre todo en un día como hoy.
Saludos y siempre es un placer pasearse por tus retazos.