El primer jefe que tuve ni era jefe ni era nada. Vamos, que era una de esas personas insulsas y apáticas, sin pretenciones ni perspectivas en la vida. Era un “niño de papá”, un “pijillo” de rancio abolengo con antepasados de renombrado prestigio en Sevilla, pero que no llegaban a ser de la aristocracia y que en los últimos tiempos parecía que se encontraban venidos a menos. Miguel se llamaba. Manuel Montoro Mayor, de los Montoros de toda la vida.
Miguel resulta que en el momento en que yo lo conocí y comencé a trabajar para él tenía 28 años. Como yo era 12 años menor, pues me parecía viejo y como su carácter era por demás añejo y carente de vitalidad, se me antojaba más viejo aún.
Todo comenzó cuando recién terminados mis estudios de Capacitación y Administración Mercantil (o sea, una simple secretaria), en la Academia Mercantil Sevillana, mi madre se enfermó y tuvo que ser hospitalizada y, cosas de la vida, para más INRI, mi padre perdió su trabajo por cierre de la empresa. O sea que nuestro hogar quedó hecho una verdadera mierda económica y moral.
Mi madre, por su enfermedad no estaba capacitada para trabajar, por el momento, y además entonces los “patronos” se saltaban a la torera las normas de la seguridad social, y ni te daban de alta ni nada, así que tampoco tenía derecho al correspondiente ingreso por desempleo.
Así que mientras mi madre se recuperaba y mi padre localizaba un nuevo trabajo, yo me inserté en el mundo laboral. Lo hice por mediación de una amiga que trabajaba en una distribuidora de la marca Edesa (joder, que antigüedad, por dios), en la calle Almirante Apodaca. Y las cosas, que si habló con sus jefes, que si presentó mi currículum en recursos humanos, (antes llamado departamento de personal) que si tal o que si cual, la cosa fue que el director administrativo de la empresa tuvo conocimiento del caso y me opositó a un puesto que él ofrecía y que por suerte obtuve entre otros candidatos, ya no sé si por mis aptitudes o por influencia de mi amiga.
El puesto en cuestión era de administrativa en un comercio de electrodomésticos también de la marca Edesa, que acababan de inaugurar en la Puerta de Jerez, junto a un colegio y frente a una tienda de muebles, del que el mencionado señor director administrativo era el propietario.
Y al frente de éste negocio no se le ocurrió otra cosa que poner a su hermano Manuel, mi jefe.
Pues resultó que cuando comencé a trabajar y me dieron a firmar el contrato laboral, en él no figuraba por ningún sitio el cargo de “administrativo” ( el trabajo es para llevar la contabilidad y la administración del comercio, me dijeron), así que yo no era ni administrativa ni nada, vil engaño dado que mi puesto que figuraba, y que yo firmé (por huevos), era de dependienta, la única del negocio, porque yo era el único personal que tenían, pero claro, como la necesidad obliga, pues lo acepté. Así que allí estábamos todo el puñetero día juntos hombro con hombro mi jefe y yo, y mi jefe no era precisamente un cascabel.
Al principio él no se despegaba de allí ni con agua caliente, seguramente porque no se fiaba de mí, adolescente de 16 años más corta que las mangas de un chaleco, pero luego se fue desentendiendo un poco y sólo iba un par de horas por la mañana y otro par por la tarde, porque dicho así, con sinceridad, allí no se vendía ni una escoba.
“Que salía a captar clientes”, decía, y el muy zorrón se iba a la universidad a esperar a la novia y meterse luego en un pub ( El Skyper creo que era, en la calle Montecarmelo),de alto standing en aquellas fechas, a hacer manitas, porque entonces en los pub se hacía de todo.
La novia, joder con la novia, una don nadie que vio la oportunidad de su vida al relacionarse con una familia de prestigio. Además de insulsa, desagradable a la vista y que me miraba por encima del hombro. Yo me achicaba mucho, porque era muy jovencita, inexperta e inocente. Hoy, con el tiempo me he dado cuenta de que además de inexperta, tenía muy buenos valores físicos, cosa de lo que ella carecía, así que tal vez sus miradas no eran precisamente por arrogancia.
Yo aprovechaba esas ausencias suyas para plasmar en la Olivetti portatil mis cuentos, mis vivencias y mis poemas de amor, que ya hacía tiempo que me gustaba darle juego a la pluma (en este caso a las teclas).
Mi jefe no vendía ni un triste frigorífico, ni una vil lavadora, ni un pobre congelador…. nada. Lo poco o mucho que se vendió el tiempo que el negocio estuvo abierto fue por méritos de una servidora. Y el muy aprovechado se ponía las medallas él diciéndole al hermano “pues hoy ha estado bien la venta, he vendido un arcón congelador…” (Y una mierda, pensaba yo).
Pero me jodió mis tiempecitos de escribir, porque como la venta era prácticamente nula, pues no se le ocurrió otra cosa que traerme los apuntes universitarios de su hermano, que andaba por tercero de veterinaria, para que se los fuera mecanografiando. No te digo nada. Fíjate, apuntes que él tomaba a mano a todo correr y además se ve que el chaval ya quería coger prácticas y escribía como los médicos, o sea que no se entendía nada, y por si fuera poco, palabras incomprensibles para mí y además tenían pintados unos esquemitas de células o moléculas, corazones, venas y otros órganos, o yo que sé, que yo le reproducía como me parecía, (nada que ver el resultado con el original), porque ni entendía entonces de vísceras ni se me da bien el dibujo, lo mismo que escribía lo que buenamente entendía.
Todos los día me los traía devueltos para corregirlos. “Se ha equivocado usted aquí, aquí y aquí”. (Y que quieres tío pitío, si yo estudié administrativa y no ayudante de enfermería). Esto por supuesto tan sólo para mis adentros.
“Debería usted limpiar los cristales”, me dijo un día, (éso, encima de todo también "chacha"). Y allí estaba yo, limpiando las cristaleras, sacando brillo a los electrodomésticos, limpiando el aseo…. y él mientras sin vender ni una puta nevera.
“Tu jefe está crúo”, me decía mi amiga cuando me veía metida en tales menestere, que limpie él con los güevos.
Y la verdad es que sí, que lo estaba.
Un año duró el calvario.
Pasado este tiempo un día, se presentó allí su hermano el director administrativo (ese hombre si que causaba respeto), y con buenas palabras me vino a decir que bueno, que lo sentía por mí (je je je je, si lo sentía por alguien era por él, el muy bandido, que era el que había puesto el dinero en el negocio), que “la cosa estaba muy mala” (la cosa no imbécil, tu hermano que es un inútil y no sirve ni para vender un ventilador), que el negocio no tenía beneficios y que tenía que prescindir de él, o sea, dicho vulgarmente “dar el cerrojazo” – pensé yo -. Vamos, que me daba la patada y me dejaba en la puñetera calle.
Bueno, si es que en el fondo me alegré. Si yo estaba hecha polvo y muertecita de pena de andar allí encerrada todo el día entre motores desconectados, sola y sin tareas que hacer, además de percibir un sueldo mínimo, y lo que es peor separada del maromo por el que bebía los vientos.
Pos mejor que mejor, que me dije yo. Y mira tú, cosas del destino, justo cinco días después encontré trabajo de secretaria de dirección en una gran fábrica de aderezo y envasado de aceitunas. Una gran empresa si señor. (posteriormente me trasladaría al mundo lechero en una fábrica de tratamiento y envasado de leche y productos lácteos en la carretera Sevilla-Málaga).
Y tengo que decir que sin dolor, y sin pena ni gloria, Manuel Montoro Mayor pasó a la historia.
Pero mira, como que no pasa un día en que no me acuerde de él. Las cosas, que no se olvidan cuando en el fondo te hieren.
Lo mejor de todo es que te sirvió para espabilarte. Siempre han existido y existirán los jefes como aquél, inútiles redomados sin otro mérito que "ser familia de...", que se aprovechan de la falta de experiencia de otros, de su situación de necesidad, de las leyes o de la falta de las mismas. Menos mal que, cuando se cierra una puerta otra se suele abrir al poco y ese fue tu caso.
ResponderEliminarEspero que te encuentres mejor y más animada.
Un abrazo.
Estas cosas te dejan más para allá que para acá.
ResponderEliminarAlgunos son casos de estudio.
Me quedé sin tiempo de leer esa maravilla,
muchos besos eres un encanto, a ver si el próximo catering lo preparas tu
Jovar, vaya con tu primer jefe. Tremendo elemento el chaval de marras, zascandileando todo el santo día y dejándote los entuertos. Más o menos como el que yo tengo ahora que si fuera como mi primera jefa... Que encanto de mujer y lo que aprendí con ella.
ResponderEliminarUn besazo empresarial.
Y ahora,te das de alta!
ResponderEliminarCon tan buena terapia,
que has evacuado todo,
te sales grande del lodo,
que los patrones a veces
esconderían monedas,
para pagar con nueces....
Qué bien escribes!
Besos
Pues chiquela si con esta mala experiencia , eres capaz de escribir algo tan bonito y tan cercano a tantas personas que hemos tenido experiencias similares o malas también con jefes y demás.....pues dala por buena mujer, al menos en cuanto a que algo has aprendido, ya sabes el dicho...de lo malo se aprende un montonazo.
ResponderEliminarUn abrazo
Y lo bien que sienta descargar la vilis contra los montoros de la vida, lo peor andar con 16 encerrada en un kelvinator, que parece una novela futurista más que un relato de la dura y triste realidad... La pena que esos grandísimos inútiles y tunantes les va bien en la vida y no pasan penurias, ¿Dónde estará el karma cuando se le necesita?
ResponderEliminarBueno, una vez más coinciden nuestras vidas. Estuve 20 años llevando la contablidad de una joyería, de los que me dieron de alta solo dos y medio. También escribía en la olivetti mis cosillas. Mi madre también enfermó y además murió. Además siempre todo ello convinado con la cocina del bar de mis padres. La cocina siempre ligada a mi vida. Ahora soy monitora de cocina en un taller de empleo, ¡esta vida es un fandango, eh!
ResponderEliminarBesicos guapa.
Ea, pues ya te has quedao bien a gusto. Y si me lo permites...
ResponderEliminar...que le den por el culo al Montoro ese.
Besos.
Jejeje, vaya capullo de primer jefe te toco.
ResponderEliminarEn fin, de todo se aprende, y como ya te han dicho, unas puertas que se cierran, siempre habren otras... (a mi tambien me lo dicen mucho)
Mi primer jefe era un cielo, yo por suerte he tenido muy buenas experiencias en mi vida profesional.
Mi jefe de ahora, me alegra la vida, el y su mujer. Nunca pense que pudiera querer tanto a un jefe... y ahi estoy, contandole mis penas y mis alegrias. Ya llevamos 14 meses juntos...jejeje.
Bueno, un besito y muchisimas gracias.
No hay nada peor que tener por jefe a un inútil y peor aún tener a un pelota y cobarde como uno que tuve yo, que cuando tenía que resolver algo con el departamento de personal le entraba un miedo que no sabía qué hacer. Una vez tuve que decirle que ya lo resolvería yo directamente con los jefes de personal. Una penita.
ResponderEliminarDe todo hay en esta vida, lo mejor es que ya saliste de esa pesadilla. Un gusto leerte, besos, cuidate.
ResponderEliminarHay gente que te marca una etapa de tu vida, para ti era tu primer trabajo, y te jodieron un año, por insulso y "jeta" el tio que se supone te habría de haber aportado experiencia y conocimiento. Un beso
ResponderEliminarDaalla, a lo largo de mi vida he conocido varios tipos de jefes. Este no es que fuera malvado, es que era imbécil.
ResponderEliminarLus de Gas, Y tanto que me dejó mas para allá que para acá. Sufrí una depresión que me duró meses.
Respecto a lo de la lectura no te preocupes, los verdaderos protagonistas del programa son los entrevistados.
Te digo de paso que pasé unas horas maravillosas. Eres único y de verdad te doy las gracias.
Dani, era un "niñito de papá", además ahora pienso que debería tener algún que otro trauma. No era normal.
Mia, jejejeje, me ha encantado el poema y me ha hecho reir.
Sara, yo creo que más o menos a todos nos ha sucedido algo similar en el campo laboral. Se dan allí tanta disparidad de personalidades...
Eduardo, y bien encerrada que me sentía. Lloraba por todo, hasta me daba pena de las hojas que se caían de los árboles. Un día escribiré sobre éso.
La Casa Encendida, hija, es que lo tuyo y lo mío van de la mano. Y no sabes cuanto me alegro.
Adr, jejejeje, si que me quedé agusto, además, ya desproticaba mucho sobre el cuando trabajaba allí y lo escribía. Aún lo conservo.
Final Alternativo, cierto es. Se me cerró esa puerta pero tengo que decirte que he sido muy pero que muy afortunada en el mundo laboral a partir de entonces.
Teresa, te compadezco, es peor un pelota que un imbécil.
Poetiza, es verdad, de todo hay en la viña del señor.
Isabel, tan solo me inculcó inseguridad y tristeza. Me costó salir de ella.
Besos a todos.
Luego pasaré a leeros, que ahora tengo un bizcocho en el horno y lo tengo que vigilar, vaya que se me queme. El que quiera un trozo no tiene más que pedirlo.
Hola mi niña:
ResponderEliminarAyer estuve vaga, y no me pase por tu escrito, pero me quedo eso de la disparidad entre nuestros escritos, y hoy he venido a leerte y me ha gustado mucho, seguía la trama a ver cómo terminaba por fin un final feliz, pero tienes razón que cuando nos hieren, aunque perdonemos, nos queda algo dentro de nosotros.
Esos jefes además de imbéciles, eran unos señoritos, sin oficio ni beneficio, y pensar que en la actualidad se siguen dando esta clase de personajillos, mamma mía qué paciencia tenemos tantas y tantas veces.
Me gusta mucho tu blog, porque es muy lindo y sobre todo tus escritos que emanan de ti.
Un fuerte abrazo,neniña
Maite
Pues sí que te has acordado... se le habrán caído las cosas de las manos de lo bien que lo has puesto.
ResponderEliminar¿Sabes? por cómo has descrito la tienda de electrodeomésticos, creo que viví unos meses en frente, en Gonzalo Bilbao 4. ¿Puede ser? En aquella época veía desde mi balcón la dependienta de una tienda de neveras y ventiladores limpiando los cristales. No es coña.
Estaba recién casado. Era el invierno del año 1993.
Un abrazo. J.J.
Pande, el lado bueno de estas cosases que nos curten y nos hacen aprender para la próxima vez.
ResponderEliminarJuan José, no ceo que fuera yo, yo no estaba en la calle Bilbao,(en la calle Bilbao estaba la Central) sino en la calle Recaredo, 37. Posterior mente hubo una librería y ahora creo que hay una lavandería.
Besos
Yo aprovechaba esas ausencias suyas para plasmar en la Olivetti portatil mis cuentos, mis vivencias y mis poemas de amor, que ya hacía tiempo que me gustaba darle juego a la pluma (en este caso a las teclas).
ResponderEliminarGenial, como de costumbre tus retazos son los mejores, sí hay gente desagradablemente inolvidable...
Besos.
Cuando se tiene talento,se es capaz de escribir una maravilla aun de un caso como esto jajaja
ResponderEliminarEsperanza, yo también hacía lo mismo que tú.
ResponderEliminarAmérica, cuanto me halagan tus palabras. La verdad es que a pesar de todo con el tiempo me lo he llegado a tomar como una anécdota.
Besos