viernes

Navidad Con La Inocencia


(Campanilleros - Jarcha)

-->
Anoche salí por el centro de mi ciudad a realizar unas comprar y llegué a casa con el alma henchida, porque me gustan mucho estas fechas, y disfruté viendo todas las calles con la iluminación navideña. Estaba todo precioso, (dejando aparte el enorme gasto de energía eléctrica que eso supone) y he recordado con cierta nostalgia la Navidad de mi infancia.

Cuando yo era pequeña no se adornaban ni se iluminaban las calles de mi ciudad (en Sevilla capital si), y la campaña publicitaria (si se puede llamar campaña) comenzaba exactamente unos días antes del sorteo extraordinario de lotería, no como ahora, que en cuanto quitan las rebajas del verano ya están montando las bombillas en los árboles. Digo yo que a este paso nos vamos a comer los “mantecaos” en agosto en una hamaca tomando el sol a la orilla del mar.

Bueno, a lo que iba, en mi casa y sobre mediados de diciembre, mi padre traía a casa una caja de 5 kilos de “mantecados La Estepeña”. Entonce solamente se conocían dos marcas, “La Estepeña y “El Patriarca”, pero mi padre compraba “La Estepeña” porque sí ,y porque a nosotros nos daba igual una que otra. Compraba además para invitar a los vecinos o las posibles visitas, una botella de anís dulce “La Castellana” (“el mejor de España” según el anuncio), y una botella de coñac “Fundador” (que “está cómo nunca”, también según el anuncio, y ojo que los anuncios eran por la radio, que televisor no había entonces, al menos en mi casa, aunque en la de Pepa sí que había y allí nos íbamos muchas veces a ver Bonanza). Pero ahora, éso sí, los mantecaos no los tocaba nadie hasta el mismísimo día 24 de diciembre, que era entonces el pistoletazo de salida para las fiestas.
Mientras tanto descansaban en lo alto del ropero de la habitación de mis padres.

Mi hermana y yo a veces nos subíamos en una silla para llegar a tan preciado tesoro y al menos olerlo, ya que no podíamos tocarlo, y si tu supieras el cosquilleo que te entraba por la barriga al aspirar ese aroma a canela de los polvorones y el anisado de los roscos de vino... Algunos años, y con un poco de suerte, también había una bandejita de fruta escarchada.
Yo me pasaba el día en el colegio pensando en la caja de “La Estepeña” y la boca se me hacía agua (“omaíta” danos un “mantecao” pa después del almuerzo) (“ni hablar del peluquín, que eso no se toca hasta Nochegüena”). Y punto en boca.

Cuando salía del colegio e iba camino de mi casa me paraba en todos los escaparates a mirar los juguetes. No eran tiendas dedicadas exclusivamente a ellos como ahora. Antes los juguetes se vendían (y solo durante navidad con vistas a la Noche de Reyes) lo mismo en una droguería, que en una tienda de tejidos, que una ferretería. Reservaban un lugar en sus escaparates para colocar los juguetes. Yo me ponía muy nerviosa porque los quería todos y sólo me podían traer uno, y como tenía que darme prisa en escribir la carta a los Reyes Magos para que diera lugar a que les llegara, pues eso era lo último que me hacía falta para ser más “traviesa.” (Esta niña tiene el demonio metío ener cuerpo con los nervios”), según decía mi madre.

Y llegaba el día 24 de Diciembre. En mi casa y como ya he dicho en otras ocasiones la economía no lo permitía, así que no había cena especial de Navidad. Esa noche se cenaba arroz del puchero con pringá y un cojollo de yerbagüena como todos los días y de postre eso sí, se habría la caja de mantecados.
Mi hermana y yo nos íbamos inmediatamente a la cama porque nos vencía el sueño y porque estábamos deseando que llegara el día siguiente.
Pero antes que llegara el día siguiente, y a media noche, llegaban los campanilleros a mi ventana, tocando la zambomba, las panderetas y frotando una botella de anís con una cuchara y cantando villancicos.
Entonces mis padres de despertaban y nos despertaban a nosotras, y salíamos y los invitábamos a pasar y los convidábamos a unos “mantecaos” y una copita de anís o de coñac, según quisieran.

Y luego, a dormir de nuevo con el alma henchida.

Al día siguiente mi padre nos despertaba muy temprano, antes de que fuera de día, y nos metíamos con mi madre en la cama de matrimonio mientras él preparaba el café, con mucha leche para nosotras y poca para ella (antes a los niños se les daba café y ningún pediatra se llevaba las manos a la cabeza). Luego nos recostábamos las tres sobre la almohada (mi hermana pequeña aún no tenía ni la más mínima intención de venir a este mundo) medio acostadas medio tendidas y él nos ponía encima la caja de mantecados, todos liados en papel de celofán de colorines, cubiertos de espumillón blanco y la mañana oía a Estepa, a anís, al cisco picón de los braseros, a café (mitad café mitad cebada) recién hecho, a pan de la panadería de la calle de al lado y al de los calentitos del puesto de la esquina, y sobre todo a amor y fraternidad, porque eso sí, mi casa era humilde (como casi todas las de entonces), pero rebosaba amor por los cuatro costados, tanto por parte de mis padres mutuamente, como entre todos. Eramos un lazo de terciopelo incluída mi abuela paterna que vivía con nosotros.
En la caja había de todo: mantecados de ajonjolí, polvorones, roscos de vino, alfajores, que en mi ciudad se decía “mojones de perros”, (y vaya si estaban buenos), y la gula nos podía hasta que mi madre tenía que poner orden (“ya está bien niñas, que vais a coger una empachera…”)

Ese día sí comíamos algo especial, generalmente pollo que mi vecina Pepa, de la que ya he hablado en otra ocasión se encargaba de matar y ayudar a mi madre a cocinarlo pues ella era muy buena cocinera y mi madre regular, pero vamos, que eso es otro episodio digno de contar y que ya haré en otra ocasión porque éste se está extendiendo demasiado.
Y nadie se puede imaginar lo que un pollo puede dar de sí: la carne se hacía en salsa y en el caldo se aprovechaba para hacer arroz. La sangre también se aprovechaba y se hacía con tomate o encebollada. Con los menudillos, (tripas, patas, corazón, cabeza, cuello, y alones), pues arroz con menudillos. Y si sobraba carne en salsa, al otro día mi madre freía papas y pollo con papas fritas.

Y es con 6 años todo era un mundo por descubrir, pues no hay cosa más hermosa que ver la vida con los ojos de un niño.

17 comentarios:

  1. Delicioso relato,con todos los ingredientes necesarios,para nosotros el olor inconfundibles de las hallacas,o el olor de las panaderías poniendo a la venta los primeros panes de Jamón......

    ResponderEliminar
  2. Bonitos recuerdos de la tierna inocencia, todo cambia pero todo queda.

    Gracias por tu visita

    T

    ResponderEliminar
  3. me encanta esa expresión tan preciosa: "con el alma henchida"

    mi abrazo

    s

    ResponderEliminar
  4. Que fortuna de navidades viviste cuando pequeña, se me aguaron los ojitos Verdial, y es porque tengo una añoranza y una melancolía (propia en mi) de algo que nunca tuve, me gusta leer como los demas celebran o han celebrado sus navidades, al menos eso me llena y me da una sensación de triste ternura encantada.

    Me alegró conocer sobre las tradiciones decembrinas de tu ciudad. En unos días cumpliré con una meme que me encargaron por allí, y entonces diré un poco de como se llevan estas fiestas por acá en mi país.

    Muchos Cariños Nocturnos.

    ResponderEliminar
  5. Verdial que maravilloso viaje en el tiempo, cuantas sensaciones revividas y cuantas ilusiones, todos esos recuerdos son los que nos ponen melancólicos durante estos días.

    Procuremos crear nuevas sensaciones positivas para ser recordadas en el tiempo.

    Me han entrado unas ganas de comer mantecados que no te diga ná.

    Muchos besos .

    Felices Fiestas

    ResponderEliminar
  6. Oye niña, hoy me has llevado a mi casa. Nosotros éramos cuatro hermanos, pero todo igualito. También veía Bonanza en el Casino cuando nos dejaban pasar o en casa de mi amiga Mª Carmen.
    La caja de mantecaos, tamién solía ser "La Estepeña" ¿no se te hacían nudos y se te pegaban al paladar?
    Y con el pollo mi macdre hacía lo mismo y que rico estaba el arroz de menudillos, eh!!
    Nosotros también tocábamos la zambomba y la pandereta la Nochebuena delante del Belén, que muchos años fué de papel recortable y lo fórmabamos los mayores de la casa (mi hermano más, que fue muy manitas) y después uno de figuritas, que lo fuimos comprando entre todos los hermanos, con la escasa paga de los domingos, ¡tardamos muchos años en tener un Belén con pastores y todo, que tiempos!!!

    Besicos hoy con mucha nostalgia.

    ResponderEliminar
  7. Entrañables recuerdos de las Navidades de antaño que todos conservamos...
    Aunque también es bueno disfrutar las de ahora, aunque sean diferentes. Un beso J.J.

    ResponderEliminar
  8. Me siento muy identificada...parece que al leerte es como si viesemos CUENTAME, que a todos nos suena algo de lo que vemos, o recordamos o incluso vivenciamos con esos recuerdos , pues tu relato me ha hecho desplazarme a aquellas navidades estupendas de mi niñez, gracias, porque como tú muy bien dices lo mejor de la navidad se vive con la inocencia de un niño o se vivia, ya ni lo se.
    Abrazos

    ResponderEliminar
  9. Amiga, a mi tambien me encanta la Navidad y todo lo que la envuelve... Y mira que a lo largo de la vida ha tenido uno que vivie, a veces -por motivos comprensibles- algunas navidades tristisimas, pero no obstante considero que la Navidad es una bendicion...

    Yo creo que es la gran fiesta de las familias, sobre todo si hay "gente menuda"... Cierto que se gasta dinero, pero tambien se viven momentos entrañables.

    Un abrazo, amiga

    ResponderEliminar
  10. a mi no me gusta nada la navidad pq extraño a una persona muy importante en esta vida y en estas fechas aun la hecho mas de menos.... es precioso recordar los momentos vividos en esta epoca con el.,...

    besitosss y feliz navidad

    ResponderEliminar
  11. Todo ha cambiado por el consumismo y la globalización. Hay unos cuantos magnates de multinacionales que nadie conoce salvo los políticos que han conseguido comernos el coco para consumir. Entiendo que te gustara pasear estos días por la ciudad pero cuando llegue el día 26 o 27 ya ni te llamará la atención, ni tendrás ganas de tomar mantecados. Lo único que podemos sacar de esta crisis es que el mundo no puede seguir por este camino del consumo sin medida. Hay que volver a los valores de antaño. A la familia, a la naturaleza, al respeto hacia los ancianos...

    ResponderEliminar
  12. América, aunque en cada lugar se vive la navidad según sus costumbres, está claro que para todos tiene el mismo significado y deja en nosotros la misma huella.

    Tormenta, verdad es que todo queda. Y yo estoy agradecida por ello.

    Amor, gracias por tu visita y otro abrazo para tí.

    Noche, espero esa meme con impaciencia para conocer tus costumbres y decirte que lamento que mi entrada te arrancara lágrimas, sobre todo por los motivos que expones.

    Luz de Gas, estos recuerdos siempre son positivos para mí. Tal vez porque los vivo con los ojos de antaño.

    La Casa Encendida, me alegra enormemente que tus vivencias sean similares a las mías. Una cosita más en común, más que por los episodios, por la forma de haberlos vivido.

    José Javier, también disfruto mucho de las de ahora. Estas fechas son las que más me gustan.

    Sara, posiblemente sea porque yo soy de la generación del "Cuéntame", aunque eso sí, sigo teniendo el espíritu con la misma edad de entonces.

    Antiqva, que verdad es eso de que con la gente menuda se disfruta más. La experiencia que tengo con mis hijos en ese sentido es maravillosa, aunque ahora tengo que pedir que mi hijo me de nietos y que mi hija no crezca tan rápido.

    Elisabeth, lamento mucho que lo hayas perdido, aunque ignoro si tu pérdida es física o sentimental. Todos hemos perdido a alguien, yo a muchos. Y la verdad es que duele tanto...

    JL, cuanta razón lleva. Estoy totalmente de acuerdo contigo y no sabes lo que daría porque se volviera a mirar la vida, vivirla y sentirla como antes. Se ha perdido casi todo y ello nos está llevando al caos en todos los sentidos. Si ni siquiera nosotros mismos nos respetamos.

    Abrazos para todos.

    ResponderEliminar
  13. Vas a conseguir que me guste la Navidad... la de ahora digo, recordando la de antes. Porque en mi casa, mi abuela, siempre se hacía eso, el arroz de puchero :)

    Ahora es diferente, ya no es lo mismo, no hay sorpresas, no hay ilusión, y somos menos. Pero queda el recuerdo, eso siempre :)

    Besos

    ResponderEliminar
  14. Precioso...

    Tuviste una infancia de cuentos!!


    Me ha encantado todo lo que has descrito, mucho más el amor familiar.

    ResponderEliminar
  15. Adr, yo sé que tu miras la navidad con los ojos de un niño. Nunca has dejado de serlo.

    Esperanza, no fue tan feliz, porque los niños son muy frágiles y cualquier nimiedad le produce sufrimiento, pero ahora, volviendo la vista atrás, regresaría con los ojos cerrados.

    Besos

    ResponderEliminar
  16. Gracias por compartir la hermosa historia de Navidad de tu niñez.
    Muchos nos identificamos con esa época de escasos recursos y reyes magos que nunca traían lo que soñábamos.

    La reflexión que provoca tu relato es lo más importante: ese recuerdo de los afectos.
    Los regalos se arrinconan, se rompen o se olvidan pero los momentos compartidos con amor en la familia o con buenos amigos, permanecen para siempre y nos ayudan a vivir.
    El presente y ese amor los estamos vendiendo por ambición ¿Qué nos quedará para recordar en el futuro?

    Un saludo.
    Teresa.

    ResponderEliminar
  17. "no hay cosa más hermosa que ver la vida con los ojos de un niño"

    Cuando terminan los festejos, cuando ya todo el mundo se ha ido a dormir, yo me voy en silencio a mi pequeño patio y levanto la mirada a mi pedacito de cielo azul. Pienso en mis padres que ya no están, recuerdo los tiempos en que Papá Noel era una "verdad sin discusión" y vuelvo a oír las risas de mis hermanos jugando en la casa familiar. El olor a una comida especial que preparaba mamá. Y estoy solo allí, recordando, pensando en cuánto me gustaría darle un beso a quienes con nosotros no están, mientras la vida continúa, mientras siento el perfume de una noche de verano, mientras la brisa fresca me toca la piel, siento un cálido abrazo como en tantas noches de verano en que en mi casa festejábamos la navidad, entonces comprendo que somos la marca de un recuerdo y que seguramente, más allá de las estrellas, un beso llega volando entre azules nubes para decirnos: Feliz navidad!
    Cariños y Buenavida

    ResponderEliminar