miércoles

El Chimi

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("Alimentando celestes pájaros en el horizonte"- Jorge Poncel)
Para “el Chimi” todo a su alrededor era blanco, inmaculado y aséptico. El Chimi no conocía otro entorno desde apenas los 8 años y tenía ya bastantes más de 50. Tal podría decirse que la gama de colores a los que estaba habituado oscilaba siempre en torno al blanco. Había otros, eso sí, pero no eran los más asiduos en su limitada estancia.
La mente del Chimi también estaba pintada de blanco. En ella no tenían cabida las tonalidades que nos inducen al frío o al calor, a la euforia o a la depresión, a la risa o al llanto; el color de su mente era lineal, si bien de cuando en cuando y no se sabe cómo ni por cual extraña rendija, se colaba una leve tonalidad de alguno de ellos que sí lo impulsaban a sentir esas cosas cotidianas de la vida. Pero eran pocas veces cuando esto sucedía, posiblemente debido a los medicamentos o posiblemente, y esto puede que sea lo más seguro, porque su mente nació así a la par de él, casi sin color.
No obstante había un color que furtivamente y sin que él fuera consciente (y parecía ser que él no era consciente de nada), penetraba a hurtadillas dejando una estela luminosa y azul, matiz que en él despertaba el amor. Pero eso era sólo a veces y rápidamente se esfumaba. Seguramente los cánones establecidos que lo rodeaban se empeñaban en robarle el azul.

El Chimi no hablaba cuando llegó al Hospital Psiquiátrico de Miraflores de Sevilla, (ahora convertido en un centro para trastornados y deficientes mentales, perteneciente a La Diputación) una fría mañana de un tempestivo otoño en la que parecía que el cielo había desgajado las nubes en varios trozos y dejaba caer sobre todo un enorme torrente de agua: llovía a raudales sobre los tejados, sobre los jardines y sobre los árboles del centro, que tendían a expulsar fuera de sí sus hojas, sobre el suelo. Y también llovía sobre el Chimi, menudo y delgado, bajito y enclenque para sus casi 8 años, con ojos inexpresivos y rostro impenetrable.
Ese día, por no se sabe que mandato divino debió, de entrar en los entresijos de su mente algún atisbo de color porque el Chimi, después de unas horas en su nuevo habitat y mientras andaba escondido tras las cortinas de los amplios ventanales miraba caer la lluvia, lloraba. Llegaban hasta él retazos de imágenes que no comprendía, a las que no era capaz de identificar su color, pero que le dolían y le hacían llorar. Llorar y descubrir un sentimiento nuevo y extraño para él: el dolor y la soledad, junto con oleadas de otros momentos, de otras personas: su madre y su hermano.

El Chimi nació dos minutos antes que su hermano gemelo, ambos con deficiencia mental profunda, heredada de su madre, otra deficiente mental. Su padre, que no padecía deficiencia mental alguno, tuvo la mala fortuna de morir tres meses antes de que los gemelos cumplieran los 8 años y ese fue el detonante que hizo hacer tambalearse a su madre.
Más mal que bien, y con ayuda de las vecinas logró mantener a flote a sus pequeños, pero fue por poco tiempo: en menos de dos semanas El Neno, hermano gemelo del Chimi (confidente en sus “no palabras”, incondicional amigo de los “no juegos”, compañía nocturna en la cama ante el “no miedo”) partió hacia la dimensión de la que no se regresa jamás. Y su muerte terminó de hundir a su madre. Ya no se ocupaba del hijo que le quedaba por dos motivos: porque no tenía la capacidad mental para hacerlo y porque se recluyó totalmente en su dolor. Así pasó de medio ejercer de madre, a ser recluida de inmediato en un centro pertinente.
Ese fue el motivo de que el Chimi ingresara en el Hospital Psiquátrico.

Las enfermeras y monjas que se encargaban de los enfermos lo acogieron con cariño y le dieron amor. Los psiquiatras que lo atendían apuntaban que la profundidad de su deficiencia hacía totalmente imposible que pudiera pensar, sentir, hablar e incluso reaccionar ante cualquier acontecimiento.
Sin embargo el Chimi a veces lloraba y llamaba con la única palabra que más mal que bien era capaz de reproducir: ¡Máma!

Se pasaba días enteros mirando tras los cristales (no sabe lo que está viendo) decían los facultativos. Otras veces se perdía y pasaban horas buscándolo, para encontrarlo luego escondido dentro del armario de la ropa de la lavandería o en cualquier otro escondrijo que hubiera descubierto (no sabe lo que hace ) volvían a decir los facultativos….

El Chimi creció y se hizo un hombre. Un hombre sin atractivo ninguno. Se engordó (los dementes profundos no hacen ejercicio y tienden a pasar el día sentados o tumbados) justificaban los facultativos. Lucía la cabeza muy pegada al cuerpo, casi sin mostrar el cuello y las orejas se le abrieron en una caricatura grotesca. También perdió algunas piezas dentales.
De cuando en cuando lo pillaban con lágrimas en las mejillas y a pronunciando la única palabra que conocía: ¡Máma! (no sabe lo que dice ni lo que hace, no tiene capacidad de comprensión, es como un bebé recién nacido).

Un día el Chimi, cuando como todos los días fue llevado al comedor para el almuerzo, se dio de bruces con la Maruca, otra interna que llevaba allí casi el mismo tiempo que él y que a pesar de haberse cruzado miles de veces al cabo del tiempo, fue precisamente ese día el que la descubrió. Y una veta de azul se coló por las rendijas de su laxa mente.
Maruca llevaba zapatos ortopédicos, un antiguo bolso colgado y apretujado contra sí y la cara maquillada como un cuadro de Picasso. Era bajita y lucía una incipiente joroba. Sin embargo y a partir de ese momento, los ojos del Chimi buscaban a la Maruca por todos los rincones. Y cada vez que sus ojos se encontraban con los de ella, todo se inundaba de color azul.

Una tarde durante el reposo tras el almuerzo el Chimi se escapó de su habitación y se dirigió a la lavandería. Allí, perfectamente limpias, planchadas y alineadas se encontraban las ropas de los demás internos. El se entretuvo largo rato buscando hasta que le satisfizo lo que encontró: pantalones Jeans dos tallas mayor que la suya, camisa a rayas blancas y rojas una talla menor, zapatillas deportivas y un gorro verde de lana. Luego entró en el vestuario de las enfermeras y sacó del bolso de una de ellas un frasco de colonia para volcarlo totalmente sobre su cabeza hasta que lo dejó vacío. Y así, engalanado y perfumado, como si de un galán de cine se tratara, emprendió escaleras arriba.

Nadie lo vio, nadie notó su escasa ausencia, nadie lo echó de menos….

Dos horas más tarde, al tiempo de la merienda y del reparto de medicinas correspondientes, la enfermera de turno penetró en la habitación de la Maruca para proporcionarle lo establecido y allí encontró al Chimi, metido en la cama con ella, abrazándola y besándola con tanta ternura que de la boca de la funcionaria salió un sorpresivo ¡OHHHHHH! que despertó del ensueño a los amantes.
El Chimi, que se había despojado de su ropa antes de meterse en la cama con la Maruca, escapó desnudo en una silla de inválidos que aguardaba a otro paciente, como alma que lleva el diablo por el interminable pasillo, dejando tras de sí una luminosa estela azul.
La Maruca se ensañó con la enfermera, le arañó la cara y le mordió las manos.

No los reprendieron ni los han separado (ellos no sienten, no padecen, no saben lo que hacen…)

(Aunque a este escrito yo le haya dado un toque novelesco, quiero decir que es una historia real, que ocurrió hace un par de años en el Centro para enfermedades mentales de la Diputación de Sevilla, antes Hospital Psiquiátrico de Miraflores. Quien me lo contó, alguien que con quién estuve en el mismo útero y que sufrió el ataque de la Maruca y que a pesar de eso siente especial debilidad por sus pacientes, me prohibió tajantemente que lo escribiera, pero me parece una historia tan triste y bonita que después de dos años cumpliendo sus deseos, me los salto a la torera y lo lanzo al aire. Seguro que se enfada.)

23 comentarios:

  1. Que emotivo cuando se echó la colonia por encima, bueno y toda la historia, el amor no tiene distinciones y me gustaría pensar que continúan viviendolo en armonía y paz

    Gracias por romper las reglas y compartir la historia

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  2. Me parece muy triste que demos por sentado que estas personas no sienten ni padecen. Quizá sea una manera de no comprometernos con ellas. Me has hecho pensar.

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  3. por eso mi blog es anonimísimo!
    la historia es dura y bella.
    la mantendremos en secreto.

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  4. Amiga, que historia tan terrible, pero que al menos deja una puerta final abierta a cierta esperanza...

    Ojala fuesen felices durante mucho tiempo... Ojala...

    Un abrazo, amiga

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  5. Triste, muy triste pero llena de amor.

    Saludos,

    T

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  6. ¿Quién osa decir que no sienten, ni padecen?

    Es una historia muy bonita, dura como la vida es a veces, pero bonita, no lo dudes.

    Besicos.

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  7. Eso si que es una historia llena de amor.
    Besitos

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  8. Decimos que no sienten ni padecen, pero somos los demás, médicos incluidos, los que no sentimos ni entendemos. Creo que hay muchas formas de expresión, el lenguaje es sólo una de ellas, pero no más importante. Tengo un familiar con distintas minusvalías, pero no veas cómo se expresa, sobre todo respecto al cariño que nos tiene.
    Si estuviéramos atentos entenderíamos muchas cosas del comportamiento de las personas y también de los animales.

    Gracias por compartirlo. Es magnífico.

    Un beso.

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  9. LA VERDAD?? ABSOLUTAMENTE GENIAL NO POR NADA LA ESTELA QUE DEJO LUEGO DE AMAR FUE AZUL !!!!!!! ♥

    ME ENCANTO LA TERNURA CON LA QUE SUPISTE CONTAR LA HISTORIA !!!
    GRACIAS POR RESCATAR LAS AZULES ENFERMEDADES MENTALES !! ♥

    MIL BESOS
    KLAU ♥

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  10. ¡Que bella historia! Creo que haz hecho bien en faltar a tu promesa.
    No se nada de enfermedades mentales, pero conocí a un chico que apenas hablaba, debo decirte que la primera vez que lo vi en la tienda de mi padre hasta me dio un poco de miedo, se expresaba por medio de sonidos y llevaba un papel con lo que quería. Pasado el tiempo, aprendió a expresarse correctamente, dentro de sus limitaciones, y el cariño que demostraba hacia mis padres era enternecedor. Aun hoy, y eso que ya no nos vemos con frecuencia, siempre que me ve me pregunta por mi madre. El es consciente de que mi padre murió y en su momento demostró su pesar.
    El que a veces no entendamos a estas personas no quiere decir que ellos no tengan sentimientos.
    Un saludo, y gracias nuevamente por compartir esta bonita historia.

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  11. Demasiado bello querida, dentro de todo es una hermosa vivencia la de esos dos seres.

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  12. Seguro que esa persona no se enfandará porque lo hayas contado, es demasiado bonito para permanecer en secreto, bonito por las dos partes, por la parte de la historia tierna, triste y dura de amor entre chimi y Maruca, y por la parte de los profesionales, que atienden con ternura también, a estas personas.
    Bravisismo.
    Gracias por compartirla, un abrazote.

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  13. No se enfadará. Seguro.

    La ficción a veces traspasa la realidad de una manera tan dolorosa que requiere Amor.

    El Amor está en todas partes... sólo hay saber verlo.

    Grandísima entrada. De las mejores que te he leído amiga Verdial.

    Un fortísimo beso.

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  14. Qué triste y qué bello y tierno relato a la vez, no soy de lágrima fácil, pero en esta ocasión no he podido reprimirlas.
    Me hace convencerme cada vez más, que la fuerza del amor puede con todo.
    A pesar del ataque de Maruca, tu hermana es afortunada al haber presenciado una historia tan bonita.
    Un beso.

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  15. Es un relato impactante, me recuerda, a algunos personajes de Los renglones de Dios.

    Un abrazo

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  16. Todos vivimos y expresamos de forma diferente nuestros sentimientos, nadie esta en posesión de la verdad, y lo que para algunos es negro, para otros es blanco, lo cual no quiere decir que sea mejor ni peor, tal vez la razón la lleve la mayoría, pero no por ello las minorías dejan de ser personas que sienten y padecen. Historia conmovedora, dudo mucho que se enfade cuando lea lo bien que dibujaste la realidad.
    Abrazzzusss...

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  17. Hola
    Amiga Verdial, qué historia tan preciosa. Mi madre qué preciosa!
    Lo que el amor no consiga, no existe.
    Me ha recordado "Los renglones torcidos de Dios", de Torcuato Luca de Tena.
    Verdial, sabes que he querido dejarte un comentario a tu post de hoy (viernes 30) y no he podido?
    Me sumo a tu manifiesto.
    Un beso Verdial, desde Coruña, un besiño.
    Diana

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  18. Por un momento, me llevaste a una escena de la novela (Los renglones torcidos de Dios, de Luca de Tena)

    Excelente relato...Preciosa canción.

    Muchos besos.

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  19. Pues... ¿sabes qué te digo? Que se enfanden :)

    Éstas historias cinematográficas hay que sacarlas a la luz, y más como tú lo haces.

    Yo he vivido cerca de ese centro. ¿Se me habrá pegado (con perdón) algo de esa maravillosa locura?

    Besos

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  20. Pues dile que no se enfade, porque es una historia preciosa, y a mi me ocurre algo parecido, he intentado contar alguna de las tiernas historias que me cuenta mi hija de sus pacientes ( es enfermera y trabaja en un pquiatrico), pero también me dice que no lo haga, que me las cuenta porque sabe que me enternecen esas cosas. Precioso post, un beso

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  21. Al lado de mi casa hay un centro para personas con problemas mentales, que salen a la calle a veces. Cuando comenzaron las obras, los vecinos, imbéciles a más no poder, pusieron una mesa para recoger firmas y con ello impedir que se crease el centro.
    Una vez me pararon, para que firmara. Yo, que por supuesto no firmé, desde ese día, soy la oveja negra de mi barriada. Los motivos que les di fueron los siguientes:
    Nos rodean personas que están peor que los de adentro, y no sabemos, el día de mañana, si estaremos afectados, nosotros, nuestros familiares o incluso algún hijo.

    Los que están en el centro, porque se hizo, son personas, ante todo.

    Me ha encantado tu entrada y la canción, una maravilla.

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  22. Creo que he comentado en alguna ocasión que soy diurna. La noche no me va mucho, lo cual quiere decir que ahora mismo estoy que me caigo de sueño y aún tengo que preparar la cena, así que os mando un fuerte abrazo y mañana antes de que claree contesto a todos los comentarios que me habéis hecho y que agradezco profundamente.

    Besos

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