Ayer 1º de Mayo, y al igual que cada mañana, Alfredo abre los ojos con el primer canto de los mirlos. También como cada mañana, se baja de la cama con la escasa agilidad que le permiten sus desgatadas articulaciones, se calza del revés las zapatillas de gamuza gris y así, mostrando huesudos tobillos y arrastrando los pies al andar (cosa que hace muy lentamente), llega hasta la cristalera y abre de par en par la ventana. Sus ojos se llenan del colorido de las flores del Árbol del Amor y de la fresca yerba. Respira a borbotones el fresco aire que se cuela del exterior y lo deja llegar hasta sus pulmones como una inyección de vida renovada.
El vuelo de los mirlos jugueteando entre los pinos pasa antes sus engurruñidos ojos como retazos de terciopelo negro. Los mira a contraluz del sol que despunta en el horizonte, y aunque le gusta mirarlos, está a años luz de comprender y sentir su vuelo, de recordar que una vez aprendió que ese vuelo de primavera significa cortejo y seducción.
Alfredo hace ya algún tiempo que pasó de los 70 y algo menos que vive con la mente inmersa en una burbuja de irrealidad que la mantiene presa a toda realidad.
Alfredo sufre alzheimer.
Para él no hay futuro porque no tiene constancia del significado de “futuro”. El presente es, si acaso en algunas ocasiones, una delgada ranura por la que asomarse al mundo exterior. El pasado, su pasado, duerme narcotizado en algún recoveco de su cerebro, si bien a veces, pocas, suele aparecer escondido en flases difusos y relampagueantes, como una leve intención de hacerse notar, de transmitir que aunque dormido, aún está ahí, en alguna parte.
Cuando eso ocurre Alfredo se desconcierta aún más dentro del desconcierto permanente en el que vive. Son instantes en los que vuelve a ser lo que fue y desea quedárselos, asirlos en el aire, apresarlos de la nada en la que habitan y hacerlos volver de nuevo a su lugar, de dónde nunca debieron escaparse. Pero eso solo pasa algunas milésimas de segundos, o sea, nada. En definitiva, Alfredo ha perdido toda su identidad.
Por eso no sabe que hoy es 1º de Mayo, festividad que tantas veces celebró en el Colegio Salesiano donde estudiaba, como la festividad de San José Obrero, con grandes cantos y alabanzas, y hacíendo desfiles entonando el “Prietas las Filas”, que los curas les ordenaban realizar, porque cuando Alfredo era escolar, la celebración del Día del Trabajador había sido fulminada por el dictador de turno, cambiándola por la de San José Obrero.
Tampoco recuerda que fue molido a palos por el cura salesiano de su clase, el día en que celebrando dicha festividad, se le ocurrió decir la palabra “rojo”, refiriéndose al color de las cadenetas de papel que adornaban el patio.
El cura se dirigió a él con la vara verde de abedul amenazante entre las manos.
“¡No se dice “rojo”, se dice “grana”!
Y una lluvia de palos cayó sobre él dejando en su piel morados verdugones.
Los niños en el patio lo abucheaban mofándose de él. Alfredo se orinó encima. Lloraba.
Luego su padre le aclaró que no era conveniente pronunciar la palabra “rojo”, aunque tan solamente fuera para referirse al color, que “rojo” era denominado todo aquél que no era afín al Régimen del Generalísimo, y que eran considerados por éste crueles y perversos, hombres malos desechos de la sociedad. Por lo tanto en lugar de “rojo” había que decir “grana”.
Y jamás en su vida, ni aún después de entrada la democracia, Alfredo volvió a pronunciar la palabra “rojo”.
Se apartó de la ventana y con gran parsimonia intentó vestirse, cosa que como cada día, tuvo que conseguir con la ayuda de su hija, porque él, y al igual que un bebé, no sabía vestirse sólo. O bien se colocaba el suéter hacia detrás, o metía las dos piernas en el mismo pernil del pantalón, o simplemente salía a medio vestir.
Ni siquiera tenía capacidad para lamentarse de su situación, o sentirse víctima inocente de esos dedos invisibles que se habían apoderado de él.
Su hija lo guió a la mesa dónde le tenía preparado el desayuno. Lo ayudó a sentarse y le sirvió el café y las tostadas con mantequilla y mermelada. Mermelada de fresa. Roja.
Alfredo quedó como hipnotizado mirando el rojo de la mermelada. Su hija lo observaba.
Alfredo gritó: “¡No se dice rojo, se dice grana”! Y rompió en histéricos sollozos.
Su hija lo abrazaba, lo besaba, lo levantó de la silla y lo llevó hacia el patio para tranquilizarlo. El, como un niño, se dejaba llevar aún llorando. Tras de sí iba dejando un reguero mojado.
Alfredo se había orinado.
(Fotografía enviada por Francisco López González a Museo Virtual de Viejas Fotos)
Nota: En 1931 la República declaró festivo el Primero de Mayo como Fiesta del Trabajador. Pero en 1937 es prohibida la fiesta en la España Nacional, calificándola de subversiva.
El Régimen instauró el 18 de Julio como “Fiesta de Exaltación del trabajo nacional”, para conmemorar la reconstrucción de la patria, como fiesta interclasista de hermandad entre empresarios y obreros.
En 1955 Pío XII introduce en el calendario religioso San José Obrero o Artesano el 1 de mayo, que en contraposición al Primero de Mayo obrero de lucha de clases, es una jornada evangélica. En los actos oficiales se encarnaba a un San José Artesano como trabajador humilde (sumiso) y padre de familia ejemplar.
En 1955 Pío XII introduce en el calendario religioso San José Obrero o Artesano el 1 de mayo, que en contraposición al Primero de Mayo obrero de lucha de clases, es una jornada evangélica. En los actos oficiales se encarnaba a un San José Artesano como trabajador humilde (sumiso) y padre de familia ejemplar.
*(A Alfredo, mi padre, que jamás en su vida pronunció la palabra “rojo”, y que al contrario del protagonista de este relato, mantuvo la memoria clara hasta su final.)
*(A todos aquellos que injustamente han sido privado de sus recuerdos y de su vida.)
Ay Verdial puedes conmigo con tus relatos tan sacados de la memoria de tantos y tantos que han sufrido en sus propias carnes hechos parecidos. Aún más de lo que pudiera parecer porque lo leemos pero vivirlo tiene que ser muy duro.
ResponderEliminarQue afín ha estado siempre los del Vaticano con las dictaduras es algo que no podré comprender nunca y me eriza la piel.
Un beso con todo mi cariño y admiración
Un relato emocionante. Te mando un abrazo.
ResponderEliminarVerdial, es un relato precioso y conmovedor.
ResponderEliminarCuantas cosas me has hecho recordar con este repaso a la historia!!
Besicos muchos preciosa.
Me pongo de pie para apludirte esta belleza. Precioso!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarVerdial un texto que rinde homenaje a aquellos que vivieron una dura época.
ResponderEliminarSin duda una enfermedad cruel que te roba los recuerdos,no importa la posición ni el poder detentado no hay como recordarlo,las alegrías los triunfos los recuerdos mas entrañables se evaporan,las habilidades mas básicas para sobrevivir desaparecen,por que un hombre o una mujer es su vida y sus circunstancias,es recordar a sus muertos,consolarse pensando en-quienes le quieren ,la sensibilidad al respecto nos atane a todos.Bello post,das ahí donde debes directo a los sentimientos y al corazón...
q bello verdial es emocionante y precioso
ResponderEliminarbesitoss
Tu relato me ha emocionado, Verdial, porque cuentas de forma bella lo que yo tengo que contar descarnadamente. Ambas formas son válidas, quizás la tuya llega más al corazón y la mía sea más racional, más cerebral. Lo que tengo claro es que, se cuente como se cuente, lo importante es contarlo para que la gente sepa y no se olvide. Para evitar el "alzheimer histórico".
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
Tus relatos hacen que me emocione. Me ha parecido una forma de recordar la historia y que no se quedé en el tintero la historia.
ResponderEliminarMuchos besos
Es una realidad, la memoria de nuestros mayores recóndita o no, está llena de recuerdos de los que se podría escribir una historia de cada una de ellas.
ResponderEliminarEste relato como todo lo que tu escribes está maravillosamente bien escrito.
Un beso.
Que terrible tener que vivir sin recuerdos. Aunque nos libremos asi de los malos, que imposible pedirnos que renuciemos tambien a los otros. Porque la verdad es que no tiene mucho sentido vivir si no se puede recordar despues el momento.
ResponderEliminarMe encanta su relato, esa anecdota sobre el rojo y el grana, que mire usted que ya era psicosis.
Muy hermoso, madame
Bisous
Verdial, siento en el alma, que tu padre sufra esta enfermedad, por desgracia en mi familia hubo dos casos, y en la de mi marido uno, y a veces verdial tienen momentos de lucidez, que mal para ellos y sus seres queridos, encuanto a lo otro ya sabemos como eran los poderes fácticos, en fin...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y gracias por hacerme compañia en esos días que tuve tristes, estoy saliendo de ellos poquito a poquito, y la ayuda de mi hijo, ya ves tú, es un solete de hijo.
Maite
Me has recordado a uno de mis abuelos, al que también le quedó varias secuelas de "aquella época", él también logró mantener su memoria impertérrita, hasta el final.
ResponderEliminarMe has emocionado mucho.
Besos
No tengo palabras para expresarte lo que he sentido, lo que ha pasado por mi cabeza en unos segundos al leer la historia de Alfredo.
ResponderEliminarMe has emocionado. Besos
Sabes..? El peor dictador que pueda habitar en esta vida, al menos para mí, es el Alzheimer. Roba lo más preciado de este mundo; nuestros recuerdos, lo que queremos, nuestra razón, nuestra alma.. Todo lo que somos.
ResponderEliminarTerrible la sin-razón del dictador y de todos los dictadores con forma humana.
Un beso.-
Me voy a quedar aquí, quietecita, leyendote una vez más....que gustito, que bonito todo lo que cuentas, que verde preciosa es tu casita.
ResponderEliminarUn abrazote muy verde, el verde que más te guste a ti.
Terrible enfermedad la del Alzheimer :( es muy triste para los que están alrededor de quien la padece.
ResponderEliminarEn cambio tu relato es dulce al mismo tiempo que duro.
:) un beso!
Es un gusto leerte, un gran beso, es la primer visita pero no la última!
ResponderEliminarLuz de Gas, me callo por no pecar de corralera sobre lo que pienso del Vaticano. Suelo ser muy pronta a las picardías, así que mejor me lo guardo, aunque creo que lo imaginas.
ResponderEliminarFelipe Sérvulo, otro abrazo para tí.
La Casa Encendida, es bueno no olvidar la historia. Otro beso para tí guapa.
Salvadorpliego, me halagan tus palabras, creo no merecerlas, pero las acepto encantada.
América, enverdad que es una enfermedad cruel. Afortunadamente no tengo ningún caso cercano, pero conozco muchos y de verdad que espeluznan.
Elizabeth, gracias por visitarme. Luego me paso por tu espacio.
Daalla, tú me emocionas a mí con la forma en que narras tus hechos reales, y no sabes de que forma. Creo que al finy al cabo es lo importante: llegar al corazón del lector de la forma que sea, para que no se pierdan nunca estos hechos.
Atenea, exactamente, que no se quede en el tintero, nada de nada.
Lys, no sabes lo que yo daría por tener en mi memoria también la de mis mayores. Esa es la mayor utopía que deseo.
La Dame Masquée, efectivamente pienso que se debe de perder el sentido de vivir, aunque si ni siquiera se sabe que se vive... creo que sufren más los que están alrededor.
Pande, cariño, afortunadamente mi padre no sufrió nunca esa enfermedad. Estuvo muy lúcido hasta su muerte, que dicho sea de paso, fue la mejor que puede tener un ser humano. El se lo merecía.
Besa a tu hija de mi parte y un fuerte abrazo para tí.
Ay me tengo que ir a preparar la cena. Perdonadme. Mañana sigo respondiento a los comentarios.
Besos y buenas noches.
Su vida no desaparece porque ha impregnado con ella a quienes vivieron a su lado, a quienes quiso y le quisieron y eso no lo borra el Alzeimer.
ResponderEliminarTerrible enfermedad. Debe ser muy duro para los familiares.
El otro tema del relato es desquiciante, me da naúseas.
Lástima que recordara ese instante.
Besos.
Adr, todos tenemos abuelos y bisabuelos que vivieron esa terrible experiencia. Y eso no se olvida.
ResponderEliminarSevillana, la historia de Alfredo es real a medias. Alfredo era mi padre, y es verdad lo del color rojo y grana y que él no lo pronunciaba porque en su infancia estaba "mal visto" o "perseguido". Lo demás es invención, pero invencición sólo con respecto a mi padre, porque hubo muchos que si sufrieron tormento por ello, y hay muchos hoy en día (desgraciadamente), que sufren esa terrible enfermedad.
Alternativa, cuanta razón llevas. ¿Y sabes lo peor?, que contra ese dictador no existen los golpes de estado y son indestructibles.
Sara, me satisfacen enormemente tus palabras. Para mí es un placer que en mi casa encuentres un lugar confortable.
Gata Negra, a veces los temas duros hay que tratarlos con dulzura para hacerlos más llevaderos.
Momentos de la Vida, gracias por tu visita. En breve me paso por tu espacio.
Teresa, los dos temas son terriblemente duros. Y desgraciadamente los dos son una realidad.
Abrazos.
Verdial, sólo conocía tu blog de cocina, pero voy descubriendo verdaderos tesoros. Al comenzar a leer este relato, se me puso la piel de gallina, y aún sigo sobrecogida. Es una verdadera preciosidad. Triste, muy triste, al igual que esta cruel enfermedad, pero con una sensibilidd extraordinaria.
ResponderEliminarTe felicito por tanto arte en el dominio de las letras.
Un fuerte abrazo.
que bonito... mi abuela paterna sí tuvo alzheimer y realmente se abisman en esa memoria que se les escapa de a poquitos... mi abuela confundía las servilletas con queso, vete a saber por qué, y creo que tu relato debe servir también como homenaje a todas esas abnegadas personas (normalmente mujeres, mi madre fue una de ellas) que con santa paciencia acompañan y asisten a nuestros mayores...
ResponderEliminarNieves, gracias por tus palabras y me alegro que te gusten algunos de mis blog. Serán todo un placer tus visitas.
ResponderEliminarEduardo Galván, Llevas razón. Las mujeres que tienen que convivir con alguien que padece tan terrible enfermedad, bien merecen un homenaje. Si lo pensamos detenidamente ellas lo sufren más: tienen memoria y conciencia para saber lo que ocurre.
Un abrazo
¡ROJO!, ¡ROJO!, ROJO!, que nos se nos olvide nunca, y el grana junto al blau.
ResponderEliminarMe ha desarmado cara amiga, pero como puede ver, me rehice y comenté, para que no olvidemos la crueldad que marca para siempre en nombre del amor y la piedad.