sábado

San Cucufato

En mi casa, cuando yo era pequeña, siempre se andaban perdiendo cosas. Imagino que cosas se pierden en todos los sitios y lugares, pero seguramente ante mis ojos de niña cualquier hecho sucedido tomaba unas dimensiones desmedidas. No había día en que no se perdiera algo, bien por causas del azar, o bien porque el aburrimiento estival que sufríamos mi hermana y yo en los calurosos días de verano, nos llevaba a toquetear y jugar a escondidas con todo lo prohibido: la lata de carme de membrillo de Puente Genil que tenía mi abuela en el cajón de la cómoda llena de postales y fotografías antiguas; la bolsita de tela de mi madre, con sus iniciales L.B. bordadas por ella, dónde guardaba los rulos, las pinzas para el pelo y el peine de carey; la caja de zapatos llena de botones (mi madre le quitaba a todas las prendas inutilizables los botones para usarlos después, y así se ahorraba ir a la mercería de Juanito y comprarlos); el baño de zinc donde metía la ropa blanca en remojo con Agua de la Paloma.

 Pero lo que más nos provocaba era la caja de la costura. Aquello era un tesoro, con tantas bobinas de colores, el dedal, las tijeras (“mucho cuidaíto con las tijeras, que se podéis quedar sin dedo en un santiamén”), trocitos de telas multicolores ( pa los remiendos) y sobre todo las agujas (“ni se les vaya a ocurrir a ustedes coger las agujas de la caja de la costura, que las agujas son “mu peligrosas”, que si os claváis una, el cuerpo la chupa por la vena y como llegue al corazón te mueres de momento”), que a nosotros nos enloquecía, porque poco nos importaba eso de la aguja viajera por las venas, que las cogíamos para pincharnos una a otra a ver quién pinchaba más fuerte a la otra(la verdad que el juego siempre acababa mal. Se ve que yo siempre pinchaba más fuerte que ella y le hacía daño, y ella lloraba “mantequita, mantequita, mantequita”, y al final los cates de mi madre en el culo me los llevaba yo). 

 En fin, que por una cosa o por otra, siempre había algo perdido. “Dolores ¿ha visto usted el peine de carey?” (mi madre llamaba a mi abuela con el usted por delante). “Que va hija, pan á, pa ná”. “Po estoy como loca y no lo encuentro por mundo dios”. “Eso es cosa de las niñas, o de los Martinitos, que con el solano que corre hoy se ponen como locos”. Nunca supe yo bien como eran los Martinitos. “¿Dónde están los Martinitos agüela?” “Escondíos hija, mu escondíos”. Y nunca los vi. 

 Como mi madre no encontraba el peine de carey (o lo que fuera), pues se salía un poco de sus casillas y decía que no iba a tener más remedio que rezarle a San Cucufato. Y entonces mi hermana y yo nos abrazábamos ante la tragedia que se avecinaba, porque para nosotras era una tragedia. Mi madre cogía un calcetín negro de mi padre y le hacía dos nudos. Luego se iba al dormitorio, y con la vista alzada hacia un rincón del techo (que simulaba el cielo), juntaba las manos a modo de hacer la Primera Comunión y soltaba la letanía: “San Cucufato, los cojones te ato, y hasta que no me aparezca no te los desato”. 

 Según nos contaba san Cucufato era “mu milagroso” para que las cosas aparecieran, pero tenía que amarrarles los cojones, que si no, no te concedía la aparición (“ustedes no decir nunca “cojones”, que eso es una picardía mu gorda y está mu feo, se dice güevecitos”. Y mi hermana y yo, que los únicos güevecitos que habíamos visto eran los de mi vecinito Manolito, de poco menos de un año, y que además eran rosáceos, nos sorprendía que los de San Cucufato fueran gordos y negros, según el modelo que había hecho mi madre. 

A continuación, los güevecitos de San Cucufato atados los metía debajo de la cama. Y ella se iba a seguir con sus tareas diarias de la casa. 
 Una y mil veces que íbamos mi hermana y yo a asomarnos para ver como iban las partes nobles de San Cucufato. “Ay hermana, que lástima me da del pobrecito, le tiene que doler mucho”, “pobrecito, pobrecito”. Y nos abrazamos con mucha pena. “Omaita, por qué no sueltas ya los güevecitos de San Cucufato, que nos da mucha lástima” “ni hablar del peluquín, tiene que estar amarrao hasta que aparezca el peine” (o lo que fuera). 

 Entonces mi hermana y yo nos enfrascábamos en la tarea de encontrar lo perdido por nuestra cuenta y por donde fuera, para acabar pronto con el suplicio del santo, pero no sé que era peor, porque llamábamos a nuestra amiga de la casa de más arriba pa que nos ayudara, y claro, lo primero era enseñarle los güevecitos atados. “ Estas niñas me van a matar. Mira que os tengo dicho que no asoméis a nadie debajo de la cama, que con las ventanas abiertas por el calor entra mucho polvo y se “arrecogen” las pelusas, y luego la F.. va, y se lo cuenta a su madre y ya santerao to la calle que tengo pelusas debajo de la cama, y yo soy mu limpia pa que me ponga por guarra”. 

 Lo buscábamos entre las macetas de alhelíes que mi abuela tenía en el patio “chiquillas que estáis tronchando las flores, ay por Dios que niñas”; en el cajón de la mesa de madera donde se guardaban los cubiertos (muy pocos por cierto), que había en la cocina, “niñas dejad eso que se vais a cortar con los cuchillos” ( eso decía ella, y los cuchillos estaban, vamos, como pa una reyerta); en la cubeta del pozo que colgaba balanceándose de la soga “Ay que niñas, quitarse de ahí, mira que va a salir la bruja y os va a llevar por los pelos…” Y así hasta que, o bien lo encontrábamos nosotras, “anda hermana, mira dónde estaba, ¿te acuerdas que lo cogimos pa esto o pa aquello y lo dejamos aquí?, o bien lo encontraba mi madre o mi abuela “fíjate donde estaba metió el puñetero, a saber tú como coño ha llegao hasta aquí” “no si ya se sabe, lo que no se llevan los ladrones, aparece por los rincones” “que no Dolores, que ese ha sido San Cucufato, que es mu milagroso”. 

Entonces mi madre sacaba el calcetín negro de mi padre con los dos nudos, los desataba y volvía a ponerlo pulcramente liadito con a su compañero en el cajón de la mesita de noche de mi padre, junto con los calzoncillos blancos. Y mi hermana y yo nos abrazábamos llenas de satisfacción y descanso, y rezábamos un Ave María a la Virgen Milagrosa por haber nacido niñas y no tener la desgracia de tener güevecitos que te pudieran atar cuando se perdiera algo.

 (Diego Campos Campos - "Niñas jugando")

31 comentarios:

  1. Que bueno lo de san cucufato, madame, lo que me ha hecho reir. Y las rimas que se les buscaban a los pobres santos! Como si este no tuviera bastante con su propio nombre.

    Me gustó mucho lo de la caja de costura. Me trajo recuerdos de mi propia infancia, en la casa donde vivi de niña. Me acuerdo que tambien me atraia mucho, aunque, cosa curiosa, no se puede encontrar persona menos inclinada que yo a las labores de costura.

    Feliz fin de semana, madame

    Bisous

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  2. Que me ha gustado esta entrada verdial, me ha recordado mucho a mi madre en el tema de la costura, ella se llevaba todo el día con las tareas del hogar y después cosiendo para nosotras ya que con 7hijos y solo mi padre trabajando, tu me diras, había que ahorrar.
    ¿Recuerdas las cajas metálicas de colacao? pues aún en casa existe una llena de botones recogidos de unas prendas y otras cuando ya no nos servian.
    Y lo de San Cucufato es cien por cien efectivo, sino pierde algo y ya verás.
    Muchos besitos guapa

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  3. Pues los que los tenemos no veas la gracia que nos tenía que hacer, jejeje.

    Que dolor.

    Con el despiste que llevo yo algunas veces me voy a tener que agenciar un Cucufato de esos para encontrar los mandos, las llaves, la cartera, el teléfono, etc, etc.

    Que bien lo cuentas Verdial, es que parece que estuviera leyendo un cuento que ya había leído alguna vez, como si fuera un clásico.

    Besos

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  4. Cómo me he reído chiquilla. Aquí en Canarias hay gente que le amarra los huevos al diablo. Pero yo tengo a mi San Dimás, y ya ni tengo que amarrarlo, lo llamo y me aparecen las cosas, te resultará una chorrada, pero es cierto, alguna vez me ha dejado colgada, pero muy pocas, y mira que pierdo cosas de la bisutería.
    Saludos y que tengas una buena semana.

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  5. Hay mi querida verdial,me ha encantadoooooo!!!!!!!,lo he disfrutado con una sonrisa desde el principio,San Cucufato ,no lo conocia,asi que aunque no hare eso de amarrrar su partes nobles me acordare de el cada vez que pierda algo,como los tildes de este lado de mi ordenador imposibles!!!!!.

    Te dejo un abrazo,recordandote que tenemos una cita en el programa de Luz de gas,esta vez en la playa,llevo mas de una semana a punta de lechuga y pollo hervidooo,que este cuerpo serrano lucira un bikini,asi que preparateeeeee......

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  6. jajaja mi hija se vuelve loca con la caja de costura q se pensara q tiene? jajajaja

    besitosss

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  7. Ay..la caja de costura!!

    Cuánto tiempo me pase mirándo su contenido una y otra vez. Y es que eran tan bonitas y estaban tan repletitas de sorpresas, que ninguna niña podía escapar de aquellos encantos con aroma a maderas de oriente.

    Maravillosa entrada, como siempre.

    Un abrazote.-

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  8. Ay, amiga, que de recuerdos... Por aquellos tiempos legendarios uno vivia en Castilla y hasta alli llegaban las latas de dulce de membrillo de Puente Genil, con sus virgenes...

    Luego vino el COLA CAO, pero ya era otra cosa.

    Ja,ja,ja

    Un abrazo, amiga

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  9. Que me he reío miarma.

    Y que malajá que te ponga tu mare Cucufato, fite que panorama...

    Un saludasso.

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  10. Caramba, qué costumbres tenéis por el sur. Cualquiera no os devuelve algo perdido si le hacéis como al pobre San Cucufato, que los tendrá ya "retorcíos" si es que aún los conserva.
    Un abrazo.

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  11. La devoción y sus vertientes. Nunca lo había oido, eso de coger al santo por los mismisimos. Señal de que era un santo cercano. De todas formas me reconocerás que hoy también hay más de uno que va por la vida como el santo y sin almas caritativas como las vuestras que le busquen el peine.

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  12. Eres maravillosa!! Atrapas con tus escritos. Me he reído y he disfrutado de ese talento que posees para impregnar de gracia tus historias. Qué más puedo decirte??? Eres fantástica...increíblemente fantástica. Felicitaciones !

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  13. Mi abuela era costurera, tenía un bote lleno de botones de colores que era una maravilla para jugar con mi hermano. También guardaba cualquier trocito de tela que había usado. Lo de san Cucufato, lo hacemos en casa desde siempre. Y da un resultado maravilloso. ¡Para que no lo dé¡ :) Pobre Santo.

    Me encanta como escribes. Besitos

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  14. ¡Vaya con la historia de este santo! Me he divertido mucho. Son historias tan entrañables, tradiciones de los pueblos. Un abrazo.

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  15. Mi querida verdial, que historias más entrañables nos cuentas siempre!!!que bonitas....que bonito recordar de tu mano y con tu historia, a mi abuela querida( a la que tengo presente día a día) su cajita de costura y su cariño de abuela....me he emocionado mucho leyéndote, pero siempre me pasa, cuando paso por tu casita se que voy a salir emocionada por una causa o por otra y es un placer!!!!como me gusta compartir contigo tus escritos, tus recuerdos, tus cositas que nos cuentas tan bonito siempre!!!!
    Que gracia me ha hecho ese Ave María, por haber nacido niñas sin guevecitos para poder enroscarlos en nombre de San Cucufato jajajajaja.
    Un abrazote lleno de cariño verdial.

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  16. Cuando abres los bolsillos de tus recuerdos, un sin fin de buenos aromas recorren esta habitación virtual, donde la generosidad de poner en pie vivencias, me empuja a sentirme complice de una niñez que por Andalucia nos resulta tan familiar, recorriendo cortos espacios de tiempo y lugar como si los hubieramos vivido a flor de piel.

    Abrazzzusss

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  17. En mi casa se perdían las cosas con regulidaridad también, era en parte a la gran cantidad de travesuras que hacíamos mis hermanos y yo, también influía el hecho de tener una casa grande, donde todo podía perderse con facilidad. Mi madre no apelaba a los rezos ni a las súplicas con San Cucufato. Ella era más bien efectiva: nos daba de nalgadas hasta que encontraramos lo que habíamos perdido.

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  18. :D Qué risa con los cojones de San Cucufato :D gordos y negros, claro. Es que no podrían ser de otro modo.

    Eres un túnel al pasado.
    Me voy con una sonrisa y una lágrima.
    La sonrisa abierta, la lágrima sin salir de su cueva.

    Besos.

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  19. Qué historia más buena, en mi casa también se hacía, y mi abuela que no solía decir palabrotas...cantaba y le tenía mucha fe...

    San Cucufato los cojones te ato si no aparece xxx no te los desato...

    Ella no decía la palabra decía otra cosa pero se asustaba el santo y remediaba...

    Me llevo una sonrisa de este sitio.. gracias

    Antonio

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  20. Los peines y la caja de costura eran también mi debilidad, y esa lata de carne membrillo... preciosa como tu relato.

    Un beso.

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  21. Qué divertido relato, jajajaja, Verdial, menos mal que soy niña, jaja.

    un fuerte abrazo, preciosa.

    Maite

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  22. Dejo aquí mi tonalidad de verde de fondo marino. Devolverte la visita y comentarte que ya iré echándole un vistazo más profundo al blog. Hoy domingo estoy de visita de reconocimieto.
    Suyo, el Capitán Clostridium.

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  23. Jajaja, ¡me troncho, estoy llorando de lo que me he reido!, pero los más bueno de todo es que me he visto en muchas de esas peripecias, bueno en alguna, yo no fui muy revoltosa, casi siempre andaba ayudando en las tareas que eran muchas en una casa de muchísima tarea y una madre que de salud no andaba muy fuerte, pero a lo que iba, es que lo has contado con tanta gracia que elque no se "jarte de reir", es un simple.
    Besicos muchos y a ver cuando sacas más diabluras de esas, a mí me encantan.

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  24. Un encantador relato, Verdial, lleno de gracia y, como dicen en tu tierra: de arte, sobre todo cuando evocas esa candidez infantil que nos ayuda a recordar la mirada inocente de la niñez.
    Por cierto que, no soy supersticiosa pero –por si acaso- la próxima vez que pierda algo (a no tardar) voy a probar el remedio de San Cucufato, y hasta que no aparezca no se los desato, jajajajaja

    Un abrazo

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  25. Me ha encantado tu relato, no conocia este blog tuyo.
    Intento entrar en el de cocina y no puedo ¿ sabes que ocurre?? no hay entradas???, bueno esto me ha servido para conocer este tuyo.
    saludos desde Almeria.
    bssss

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  26. Qué historia tan tierna. Qué recuerdos tan dulces. Gracias por devolvernos la memoria de la inocencia.
    Yo recuerdo también la caja de membrillo con fotografías y de cartón de una camisa donde mi abuela guardaba primorosamente doblados los pañuelos (que en mi pueblo se llamaban moqueros. Para mí todos las cajas, cajones y baules eran portadores de grandes tesoros.

    Un beso

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  27. Es que los santos y patronos dan para todo y las rimas no veas...

    Recuerdo de pequeño que mi madre (tenía las mismas manías que todas referente a botones, agujas, trapitos, latas de Puente Genil y de La Vera...) nos contaba que en su pueblo había un hortelano que arrancó una higuera seca, hizo un pesebre para su borrico y el resto lo regaló a la iglesia que mandó hacer una estatua de San Blas. El hortelano, ante la estatua del santo, recitaba...

    ""San Blas, San Blas,
    del pesebre de mi burro
    eres hermano carnal.
    ¡Cuántas veces te regué
    y el fruto no te lo ví!
    ¡Los milagros que tú hagas
    que me los cuenten a mí!""

    Saludos flamencos

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  28. Hay una variedad de santo que busca aparcamiento...

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  29. Que relato tan vistozo...como le haces para ponerle tanto de eso que tu sabes ? :D

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  30. Ai Verdial... me ha encantado esta entrada amgia! desde luego... como la vida misma. Me alegra muchisisimo haberte visto por mi rincón, atento sigo sus entradas. Mil abrazos desde la noche mas calurosa seguramente de Junio

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  31. Se me ha quedado una sonrisa de oreja a oreja, porque yo también soy andalú, y esas cosas me encantan. San Cucufato... el pobre...

    También he escuchado muchas veces esto:
    ¡Maríaaaaaaaaaaaa...!
    ¡Deja de pegarle ar niño que ya ha aparecío er peineee...!

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