domingo

Intuir


("Hacia la Ría" -  Martín Pérez Irusta)

No era yo consciente entonces del trabajo que me costaría, de lo que me dolería separarme de él.
Por aquél entonces, pasos de ilusiones iban construyendo la senda almibarada de mi vida, y yo me deslizaba por ella con pasos de bailarina calzada con zapatillas de raso blanco. Primaba en mí la inocencia y la inconsciencia. El amor me envolvía en azules luces de artificio, y mis escasos veinte años me apremiaban, a lomos de un alazán, a volar con alas humo.

Y así, fui preparando mi escapada hacia una libertad de aire fresco, pensando que el que hasta el momento respiraba ya estaba rancio, y proyectando crear un nuevo nido...
translúcido como el cristal y claro como el aire de la mañana, porque también creía que el que hasta ese momento me cobijaba me oprimía y me asfixiaba.

El era sabio y yo sentía que también mi cómplice. Me veía hacer, preparar, proyectar nuestra separación y jamás dejó entrever contrariedad ni reparos. El sabía de las leyes de la vida y cual era su papel en todo momento. Yo entonces ni siquiera me paré a pensar que tal vez mis ambiciones de futuro pudieran causarle dolor. Deslumbrada por el momento ni siquiera se me pasó por la mente lo que él pudiera sentir, y mucho menos, el ponerme siquiera por unos instantes en su lugar.

El me solía despertar todas las mañanas a las siete en punto, y mientras yo tenía de rimmel negro mis pestañas, y me daba en los labios brillo de cristal, el preparaba el café para tomarlo en la cocina antes de que yo partiera hacia el trabajo. Lo tomábamos juntos, de pie, yo apoyada en el borde de la mesa y él en apoyando su hombro en el refrigerador. De tanto en tanto me acariciaba el pelo y me besaba la cabeza. Aún me parece sentir en mi paladar el sabor de su café, oscuro y espeso, y en mi cabeza el peso de su mano.
Había momentos en que yo lo notaba mirándome y veía sus ojos un poco acuosos, y él, como queriendo ocultarlo me abrazaba y me llamaba “mi princesa”.

Cuando un día mi cuerpo se vistió con el blanco puro de las azucenas...
y en mis ojos brillaba la luz plateada de la ilusión, él me tomó del brazo y me llevó a través de una alfombra roja ante un altar de flores inmaculadas, en cuya escalinata me esperaba un nuevo futuro.
Y de la mano de ese nuevo futuro al que tanto amaba, partí cargada de esperanzas y con el alma henchida, porque cuando el amor está recién nacido y es compartido, todo lo demás no se tiene en cuenta.

Así partí hacia un viaje de miel y azúcar, llenando mis sentidos con mi amor y con el entorno que nos envolvía, disfrutando de cada noche, de cada luna, de cada momento que la vida me brindaba en ese viaje único en la vida de los enamorados.

Entonces una tarde, un 21 de julio a las 16 horas, mientras nuestras miradas llenaban con la magia de la Ría de Arousa, sentí la imperante necesidad de hablar con él.
Su voz respondió a través del auricular a una distancia de mil kilómetros, y en ese mismo instante a mí se me rompió el alma.

Garras de acero me oprimían la garganta e impedían a mi voz escapar.
Bruñidos puñales me atravesaron las entrañas y el dolor me partió en dos.
Humo ácido se coló en mis ojos arrancando lágrimas ácidas.
Yo lo sentí.
Además de una pena enorme, también la impotencia y el desconsuelo que nos embarga cuando un ser querido se va.
Jamás yo había sentido así.
Un velo negro se interpuso entre la felicidad que hasta ese momento vivía y yo. Dejó de existir para mí la belleza del entorno que estaba disfrutando, la compañía de mi amor y la ilusión del futuro inmediato. Tan sólo quería volver.

Y volví.

Volví y él estaba bien. Yo no. El tiempo, como suele hacer siempre en la vida, puso en mis recuerdos un vaho nebuloso que borró los contornos de aquellos momentos vividos.
Y todo pasó, y todo quedó como antes de que yo descolgara el auricular, como si nada hubiera ocurrido.

También pasó el tiempo y también se detuvo catorce años después, justamente un 21 de lulio a las 16 horas. El, el hombre que engendró mi vida se fue para siempre.

Yo sentí ante su muerte el mismo dolor y desasosiego de aquella otra tarde ante la Ría de Arousa, cuando escuché su voz al otro lado del teléfono.


(Esto no es ficción, es algo real aunque parezca irreal. Cada uno es libre de darle el sentido que mejor crea o se afine con sus creencias o filosofía. Yo tan solo puedo decir que mi viaje de luna de miel estaba programado y pagado para doce días, de los cuales tan solo disfrutamos siete. El que hacía ocho ya habíamos tomado el camino de vuelta ante el terrible sentimiento de pérdida que yo sentía.
Volveríamos a realizarlo dos años más tarde, esta vez íntegro)

15 comentarios:

  1. Adoro a mis padres y aunque muchas veces les tengo que decir que me dejen hacer a mi manera, siempre respeto sus consejos. Hace unos años casi perdí a mi padre, para mí fue como si se parase el mundo y me instalé en un agujero negro del que nada ni nadie me podía sacar. Mi madre parecía la más fuerte mientras mis hermanos y yo no podíamos afrontar una gran realidad que nos sobrepasaba. Hoy por hoy sigue con nosotros y puede disfrutar de la familia. Cuando te vas de casa, es verdad que no te das cuenta del paso tan doloroso que das. Empiezas a formar otra familia donde ellos formaran parte y les darás vida. Cuando junto a mis hijos con mis padres muchas veces no sé quién es más niño :)

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  2. Verdial, se siente tanto dolor, cuando nos dejan, pero han de permanecer por siempre con nosotros.

    Hermoso relato, algunos párrafos son pura poesía.

    un fuerte abrazo

    Maite

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  3. Hola, de nuevo se pone en circulación FJ.MJ blog.
    1saludo!

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  4. El dolor, cuando nos alcanza, siempre es en el peor momento. Todos tenemos puñales en el alma, y uno de ellos se ha removido después de leerte.
    Besos

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  5. Quizás te entienda porque mi padre para mí es mi eje, y quizás porque también me ocurran esas "serendipias" de la vida tan caprichosas.

    Muy hermoso. Me ha llegado al alma.

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  6. Querida amiga.
    Me ha resultado muy difícil terminar de leer la entrada,una madrugada ya casi amaneciendo sonó el teléfono,ha sido la llamada mas triste ,terrible que he recibido en mi vida...No te puedo de verdad comentar más aun me quiebro...Un abrazo muy fuerte.

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  7. Amiga, tremendas experiencias por las que todos vamos pasando, al menos todos los que tenemos seres a los que amamos...

    A veces, sigo sintiendo de repente la necesidad de llamar por telefono a alguien que, luego, cuando pienso, recuerdo que se fue hace ya mucho...

    En fin, que decir?

    Un abrazo, amiga

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  8. Verdial simplemente magnífico, que forma de contar las cosas tienes, ¡me tienes cautivada con tus letras!, envuelta en tu tono verde, del que ya no me puedo apartar jamás.
    Que historia más bonita, real, triste,y de experiencia vivencial total. Me has tocado el corazón.
    Un placer tener un ratito relajado para venir, asomar a tu casita y quedarme siempre! quedarme un ratito más...porque es un gustazo auténtico.
    Te dejo un gran abrazo cargado de cariño

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  9. Madame, que terrible percepcion, y en el momento menos deseado. Algo invisible nos une a los seres queridos, algo casi tangible, y a veces es verdad que se presiente, yo doy fe.

    Buenas noches, madame

    Bisous

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  10. Un hermoso homenaje Verdial, sentido y contundente; revelador de los amores importantes, esos que no se cansan de volver aunque nunca se hayan ido

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  11. Atenea, pues me pasa igual que a tí. Mi madre ha pasado a ser para mí como una hija.

    M. Teresa, mi padre hace ya unos años que se fue, pero como tú dices, sigue entre nosotros.

    FjMj, ahora te hago una visita.

    Daalla, tú sabes bien del dolor. Yo he aprendido contigo que desgraciadamente hay dolores impuestos. Son los que más duelen.

    Abrazos a todos.

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  12. Dama, pues deseo que no te ocurran y que tu padre viva muchos años. De corazón.

    América, Ay como te comprendo. Una llamada así es de lo más horrible que le puede pasar a una persona. Un fuerte abrazo.

    Antiqva, por qué será que cuando recordamos a los que se fueron casi siempre lo hacemos en presente... al menos a mi me pasa.

    Sara, tú me tienes cautivada a mí con tus fotografías y esa naturaleza que disfrutas en tus recorridos. Me das una envidia...

    La Dame, la verdad es que situaciones similares (no necesariamente traumáticas), se me han dado en alguna ocasión. Será la empatía, digo yo.

    Antón Abad, "..no hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí..."


    Abrazos

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  13. ¡Que desdichado presentimiento!
    Él siempre te acompaña, seguro.

    Un abrazo.

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