("Soledad y Lluvia" Oleo de Luis Vargas)
Llueve a mares. El cielo luce de color gris ceniza tirando al negro del cisco-picón del brasero de debajo de la mesa de camilla que calentaba las hinchadas piernas de mi abuela.
La voz de mi madre me llama y me saca de mi abstracción de colorear el dibujante con los lápices de Alpino.
(“Venga niña, que vas a llegar tarde”)
Mi abuela se arrima más al brasero y se cubre más con la ropa de camilla.
(“Dolores no se arrime usted tanto que le van a salir cabrillas”)
Y ella se retira un poco ante la insinuación de mi madre.
Yo recojo los cuadernos y los lápices, los meto en el baulito de madera y todo dentro de mi maletita de plástico marrón, que olía, además de a plástico, a virutas de los lápices y a la tinta impresa de “El Parvulito”.
Llega mi madre con un cepillo de la ropa,
(“Ven pacá que te cepille el uniforme que mira como te lo has puesto de pelos del Mizifú”)
y me da un buen cepillado en la falda tableada azul marino que efectivamente lucen llenas de pelo rubio de mi gato Micifúz, que había tenido en brazos mientras coloreaba.
Del cielo caían chuzos de punta y tronaba.
(“Como za puesto la tarde, vamos a tener que rezar a Santa Bárba Bendita, Dolores. Venga niña, ponte el impermeable”)
Otro trueno retumbó en la cocina y uno más grande en mi corazón.
(“Omaíta yo no quiero ir esta tarde al colegio”)
(“Ni hablar del peluquín, al colegio no se farta como no sea que estés mala”)
Y me pone el impermeable de plástico tan duro como el hule de la mesa de camilla, de color gris teléfono antiguo, y el gorro igualmente duro que me ata con fuerza en el cuello justo debajo de la barbilla, tan apretado que casi me duele .
(“Pa que no se cuele el agua”) - dice.
Hace que me quite los zapatos “Gorila” y que me ponga las botas de aguade media caña y de color marrón.
(“Venga dame un besito y vete por la acerita, y mira bien parriba y pabajo antes de atravesar la calle”).
Yo tengo seis años y odio el impermeable gris.
Camino del colegio camino continuamente bajo las canales, que caen a chorro de los aleros de los tejados sobre el gorro de mi impermeable. Hacen un sonido sordo al estrellarse contra el plástico. Me gusta y el agua chorrea por mi cuello y me empapa la camiseta enguatada interior. A mí no me importa, lo mismo que no me importa que se deslice por el dobladillo del impermeable y se cuele dentro de mis botas. También mis calcetines están empapados. Lo único que me importa es el color del impermeable, porque es un color de impermeable de niños. En realidad es un impermeable de niño. Yo no comprendo por qué me lo han comprado así.
Cuando llego a la esquina de la calle donde está la farmacia “La Casa”, me uno a otros niños que bajan por la callejuela del Teatro Gutiérrez de Alba. Son niños de la clase de Sor Catalina, que han dejado solo y exclusivamente como clase masculina. Caminan tras de mí y comienzan a burlarse.
(“¡Lleva un impermeable de niños!, ¡Lleva un impermeable de niños!”)
Yo comienzo a hacer pucheros y me pego a la pared para dejarles paso, pero ellos no tienen intención de adelantarme. Tras de mí se pueden burlar mejor. Ellos llevan paraguas e impermeables de plástico fino. Impermeables de los caros.
Me ven llorar.
(“¡Mantequita, mantequita!”)
Y a mí se me ocurre pensar que yo soy toda de manteca de la que vende la Rosario Morillo en el puesto de la plaza en un barreño vidriado, y me entra más pena aún, porque no me gusta la manteca, ni la blanca ni la colorá.
Cuando entro en la clase me asalta el olor de la madera de los bancos y del humo de las velas que sube de la capilla de la Virgen Milagrosa. Me quito el impermeable y lo cuelgo en la percha junto con todos los demás de los niños que ya habían llegado, pero el impermeable se resbala y cae al suelo. Yo no me doy cuenta y me coloco en mi sitio del banco.
Cuando entra Sor Petra ve mi impermeable en el suelo.
(“¿Quién ha dejado esto tan feo en el suelo”?)
Me doy cuenta de que es el mío y me pongo de pie sin dudarlo.
(“Eres una niña desordenada y holgazana, recógelo inmediatamente”)
Así lo hago mientras la clase a coro ríe y se burla.
(“¡Silencio!”) dice ella (“Y a ti ¿No te da vergüenza venir a clase con un impermeable así?”)
Yo asiento tímidamente.
Los niños no saben, Sor Petra no sabe, que ese impermeable de niño es el más barato que encontraron mis padres para que yo me guareciera, y que daban gracias por ello.
Yo tampoco lo sabía.
Esa noche me acosté rezando a Dios para que me compraran un impermeable de niña y un paraguas, pero
Dios no me escuchó.
Deja la ventana abierta el cinco de enero, pero tápate hasta arriba no te vayas a resfriar con el frío. No te olvides de dejar un cubo lleno de agua y un poco de paja. Si escuchas ruido durante la noche no habrás los ojos. Me parece a mí que después de las vacaciones vas a tener el impermeable más bonito del mundo y todos los niños se olvidarán del que tenías.
ResponderEliminarYa habrá tiempo cuando seas mayor en que te acordarás de él y te gustará darle mil gracias a aquellos que te los compraron aunque ya no los tengas a tu lado.
Duérmete pronto ese día, recuérdalo.
Ay, amiga... Zapatos Gorila, lapices de Alpino, "cabrillas"... Todo eso me suena muy, pero muy proximo, a pesar de lo alejado en el tiempo...
ResponderEliminarYo he tenido unas vivencias similares... Bueno, quizas seria uno de los niños que se metian contigo... Ya se sabe, entonces los niños eramos asi...
Un fuerte abrazo, Verdial
ay! Entonces y ahora: los niños son capaces de la ternura y de la crueldad absolutas.
ResponderEliminarLuego nos domesticamos.
Abrazos, Verdial
ayyyyyy...Verdial que pieza musical tan hermosa,maravillosa letra y esa acuarela acompaña de manera exquisita esta entrada entrañable,nostálgica y tan tierna, aun cuando un deseo no cristalizado me da pena.Pero no sabemos, solo cuando crecemos nos damos cuentas,cuando miramos hacia atrás entendemos el sentido de algunas circunstancias y comprendemos lo que en esos momentos no entendiamos.
ResponderEliminarBella entrada ,todo el conjunto Verdial la hacen una joya.
nos damos cuenta...Disculpa.
ResponderEliminarMe vienen a la memoria pasajes de mi infancia...
ResponderEliminarrecuerdos en forma de color, de olor...secuencias de esas burlas...no se olvida un chubasquero así...aún cuando eres mayor y sabes que fué un sacrificio que te lo compraran...
lo que si se hace es comprarte uno nuevo y desquitarte de aquel gris y feo...
...Me encanta que rescates todas estas vivencias de chiquilla, tan tiernas (claro que vistas desde la distancia y no en tiempo presente)porque en su momento seguro que no sentiste tan dulce como yo lo imagino en este momento.
ResponderEliminarMe encantó el recordar aquella frase que tanto repetían las abuelas y las madres "mira parriba y pabajo" jejeje..y nosotras no lo discutíamos, pero mirábamos para la derecha y para la izquierda, como dicta el sentido común.
Que entrañable y que bien lo narras todo. Conmueve.
Un besazo bien fuerte.
La vida esta llena de recuerdos y al rescatarlos tenemos la oportunidad de volver a revivirlos saboreando lo mejor de ellos.
ResponderEliminarUn beso
Que post tan entrañable, me encanta cuando escribes estos relatos de infancia con tanta gracia. Siento la entrada de Sor Petra, ella te debió de fastidiar la tarde con sus erróneas deducciones.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte y sigue publicando de esta forma.
Un relato de tema costumbrista escrito con detalle y belleza. me ha gustado mucho. la acuarela, es acuarela? preciosa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un relato sencillamente delicioso, como siempre.
ResponderEliminarY, como siempre, muero por la palabra "omaíta", jejeje...
Saludos.
Extraordinario recuerdos de otros lejanos tiempos y tan perdurables en nuestra memoria...al lerte he evocado esos dias donde algunos nos apañabamos con lo que se podia y otros haciendo ostentaciones y la maldad del ser húmano desde la más tierna infancia...muy bien relatado.
ResponderEliminarUn saludo
Pues estoy llorando como un verdadero capullo y con el corazón encogío.
ResponderEliminarHe recordado el escándalo que monté en casa para que me compraran un impermeable de "Foam Dugam", de los finos como tú bien dices.
También he recordado otro que monté por un sacapuntas de aluminio y que jamas en la vida he podido olvidar.
Preciosa entrada que derrama sentimientos, cariño y recuerdos.
Un beso
Ese impermeable como tantas otras cosas de aquel entonces, donde no había tanto como ahora, y que fueron curtiendo nuestra vida...
ResponderEliminarSentimental entrada, dulce y delicada.
Un beso,
Esa Sor Petra se parecía a otra sor que había en el colegio de mi hija pero que se llamaba Basilisa, que en gloria esté, pero que sor más jod....
ResponderEliminarQue tengas un buen fin de semana.
Cómo me recuerda mis días de colegio. Es como si estuvieses contanto mi propia historia, solo que, en lugar del impermeable eran los zapatos o los pantalones de gimnasia Cualquier cosa que siguiera las normas indumentarias del colegio, pero que, parecido, resultara más barato. Me has recordado la misma humillación y timidez y mis lágrimas. Dios tampoco me trajo lo que a los otros niños pero me enseñó que lo que no es importante y ahora sé distinguir lo que importa de lo que no y soy más feliz y estoy más agusto conmigo misma.
ResponderEliminarGracias por los recuerdos.
Besos.
Teresa
Sabes Verdial? Yo tuv3e un impermeable de esos. Era azul tirando a gris, muy tieso y frío que se rompía por las axilas cuando nos ponian mucha ropa debajo. Aquí en invierno hace mucho frío. También tuve unas catiucas nigras que se quedaban los pies como polos y si te digo la verda, también se rieian de mi l@s niñ@s ricos, ellos tan bien puestecitos, con sus abrigos de última moda, pero que si te digo la verdad, ahora no me cambio por nadie, ayyyyyyyy. ¡Ayyy como me has hecho recordar los días fríos y lluviosos o con nieve, mientras ibámos al cole con lo que buenamente nos agenciaban nuestros padres, que época!!
ResponderEliminarBesicos muchos
la naturaleza ahora se queja y deja correr su lamento por las aceras con una intensidad superior a la común.
ResponderEliminarEscribes bonito.
Besos
Amiga siempre un placer pasar por tu rincón. Feliz semana.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
¡Qué recuerdos!, precioso relato pero muy triste, parece increíble lo que los niños puede sufrir por algo tan simple pero tan importante para ellos, y luego añadida la crueldad de los otros niños y la estupidez y poco tacto de la maestra. Ojalá alguien hubiera escuchado a esa niña y al día siguiente hubiese encontrado un impermeable y un paraguas de niña.
ResponderEliminarMuy bonito, Verdial, un beso.
Cambia lo femenino por lo masculino, la santa monja por un profesor canijo y con gafas culo de botella, el callejón del Gutierrez de Alba por el callejón del gallo y acabas de describir un pasaje de la vida de este tu humilde seguidor. !Añadele las botas de aguas con un agujero en la suela!
ResponderEliminarUn saludo morusquillo.
Hola, preciosa:
ResponderEliminarCon este post me has hecho trasladar a mi niñez, esos días de cole, y ese impermeable que me ponía mi madre como los que antes se llevaban jajaja ¡qué recuerdos!
Un besazo.
Verdial, mil gracias por tu visata mi blog, y tus amables palabras, te he leido en alguna ocasión, recomandada par Sara, y me ha gustado.
ResponderEliminarEn lo referente a la narración que haces, decir que me he trasladado en el tiempo al leerla, cada palabra, cada entonación y cada descripción te invitan a ello, esas prendas, que nos colocaban, sobre nuestros cuerpos, y que tantas veces nos resultaban feas, muy feas y nos traian burlas como la que nos descrives, esas ropas que al pasar de los años nos dimos cuenta del gran esfuerzo que suponia para nuestros padres el poder comprarlas...el tiempo nos ayuda a comprender.
Bonitos recuerdo, y tu forma de escribir...invita a seguir haciéndolo.
Un abrazo desde mi tiempo de poesía.
Me pasó en la escuela pero al revés. Unos pocos tenían chubasquero pero de material muy fino que ni aguantaba la lluvia ni nada. La de días de lluvia que estuve empapado todo el día. Y recuerdo a una chica que su madre la tenía de punta en blanco con su chubasquero, su paraguas, sus botas a juego. Y yo pedía a mis padres al menos un chubasquero pero nada. La ingenuidad de los niños.
ResponderEliminarUn besazo indomable.
El brasero, el cisco, el picón, las cabrillas que salían en las carillas de los pies, el uniforme azul marino tableado, los lápices alpino...me ha parecido estar en mi infancia a través de tu relato.
ResponderEliminarUn besico
Un relato verídico donde los haya, pues yo también guardo recuerdos similares de mi niñez. Entonces no podíamos entender que había lo que había y gracias. Si a eso le unimos la maldad de los niños hacia el que parece diferente, ya lo hemos dicho todo.
ResponderEliminarUn abrazo
MI verdial...mi escritoraza...que te leí hace tiempo y pensaba que te había dejado comentario, lo que hace el andar a carreras...estamos en plena evaluación y se me va la pinza jajajaja, sueño con correciones, notas, exámenes y claustrosssssssssssssss, por dios!!!
ResponderEliminarQue nuevamente que placer leerte, otra historia cercana, cotidiana, de todos y siempre contada al estilo que más me gusta, a mi preferido...al estilo verdial.Al que se ha enganchado también mi poeta jajajaja.
Muackssssssssssss y mi abrazotedecisivo guapi.
Ahhh...!!! Esta pena de tu impermeable me hizo reir y llorar, es tierno con esa pizca cruél que tienen algunos niños y algun adulto.
ResponderEliminarSe percible tan real que toca el corazón del niño que todavia llevamos dentro.
Besos Verdial
Así son los niños, exelente relato. Extrañaba mucho pasar por tu espacio. Te mando un beso y espero que pases un fin de semana genial.
ResponderEliminarqué majos esos pequeños monstruos cuellicortos que se burlan de algún que otro desgraciado!!
ResponderEliminardesde mi azotea les voy tirando cubos de agua pero no siempre acierto, c'est la vie!
Ay,ay, ay Verdial... me ha dolido... y vaya que los dolores de la infancia son tremendos, nuestra alma aún no se ha fortalecido ante el daño por tanto tiembla de miedo, se ahoga en la tristeza y no es capaz de defenderse.
ResponderEliminarMi bisabuela se llamaba Dolores y también tuve un gato llamado Micifuz (por la canción infantil ¿verdad?).
Te dejo todo mi cariño.