De repente supimos que iba a saltar el Levante.
Fuimos conscientes de ello cuando una mañana, al mirar tras la reja verde del enjuto ventanuco en dirección al mar, comprobamos que la línea que pinta a África en el horizonte aparecía desdibujada, como si la bruma lejana la hubiera comenzado a borrar lo mismo que borrábamos las palabras con faltas de ortografía de la pizarra en la clase de Sor Catalina.
Entonces recordamos las señales que desde días antes se habían venido produciendo, señales inequívocas de la inminencia de su llegada.
Desde días atrás habían dejado de resumir mal olor los sumideros de los baños. Ya no teníamos que encoger la nariz al entrar en ellos y dejamos de recibir esa bofetada de olor nauseabundo que se escapaba por las cañerías.
Y las moscas. Habían llegados las moscas. Había moscas por doquier, cualquier lugar era idóneo para que se posaran sus patas infectas de microorganismos putrefactos: en el pan blanco a la hora del almuerzo, sobre el mantel de plástico de cuadros azules y verdes; en las pantallas de las lámparas; en los cristales de las ventanas, lugar ideal para estampar sus deposiciones
(“No hay un dios que quite estas puñeteras mierdas, Alfonsa” – se quejaría luego la Pepa -),
y sobre todo, en nuestros brazos de color caramelo tostado, que a estas alturas del verano no podían por más que aparecer desnudos, luciendo así, sin más, ese color que tan solo regala el sol del Sur.
Yo me senté en la terraza a esperarlo. Ya no se divisaba nada de las tierras africanas y el mar aparecía tranquilo y grisáceo, tal y como si hubieran depositado sobre él una inmensa lámina de plomo, haciendo juego con el color del cielo del amanecer.
Todo estaba en calma; aún era pronto.
Y al poco, cuando ya el día comenzaba su andadura rutinaria, el viento de Levante comenzó a colarse sigiloso primero, soplando disimuladamente los visillos de las ventanas y las hojas de las parras que sombreaban los patios, para pasar después a mostrar toda su violencia barriendo y levantando sin consideración la arena de la playa, encrespando los bordes de las olas y coronándolas de blanco chantillí.
A su paso encorvaba árboles y arrancaba de sus ramas hojas y flores para barrerlas luego del suelo y elevarlas jugando con ellas a las cometas. Azuzaba las enaguas de las jóvenes y despeinaba sus cabellos. Las altas palmeras hacían reverencias a su paso.
Como un ladrón de extrema sutileza, se coló por los entresijos de las mentes más débiles, y volcó en ellas toda su furia, enajenando pensamientos y dando a las almas un toque de la locura que suele traer consigo.
Entonces supimos definitivamente que había saltado el viento de Levante.
* Imagen: "Mujer al Viento" - 1907 - Franz Marc
Qué bien descrito... qué vívido... aquí, en mi tramo de costa esteponera, el olor del salitre y el yodo te abre las fosas nasales y anuncia la llegada del levante. Y deja la orilla sembrada de algas y plásticos y pompas de jabón y manchas de aceite que los 'descerebrados' vierten al mar desde sus barcos...
ResponderEliminarprecioso verdial :)
MariluzGH, la llegada del levante es inconfundible. Y como lo trastorna todo y embota los sentidos...pero a mí me gusta.
ResponderEliminarUn abrazo
El famoso viento de Levante es muy literario pero la descripción que has hecho de él me resulta mucho más cercana y comprensible.
ResponderEliminarUn abrazo
Daalla, al menos en la zona de Cádiz es tal como indico, al menos así lo he vivido allí. Aquí en Sevilla también tiene lo suyo, pero resulta algo distinto.
ResponderEliminarUn abrazo
Y mira que aborrezco hablar del tiempo, por socorrida la necesidad de no saber que decir, como si no hubiese en este mundo de que hablar, pero leyendote pareciera y lo es, tocar la mejor de las conversaciones dejandose llevar por el contoneo de tus letras tan pegaditas al sur...abrazzzusss.Siempre me haces rememorar cositas importantes.
ResponderEliminarEs nato en ti la narración pobladas de imágenes, matices, sonidos que surgen del silencio, sensaciones sobre mi piel ha sido siempre leerte
ResponderEliminarMagnifico escrito Verdial. Tratandose de sitios diferentes me has hecho recordar a La Guayra-Venezuela, donde viví otros vientos, donde sentí otros olores, otras sensaciones, pero muy parecidas a las descritas por ti.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Según lo describes, me venían a la cabeza ese olor y esas sensaciones que tantas tardes he sentido en Cadiz. Un beso
ResponderEliminarSegún te leía iba recordando esos olores, percibiendo las moscas y ese levante. Muy visual todo y bien contando, pero eso no es nuevo en tí.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Has plasmado muy artísticamente el ambiente de los veranos de mi niñez.
ResponderEliminarMuy bonita entrada.
Un abrazo, Verdial.
Pues parece que has estado el fin de semana en Chipiona, describes muchas de las sensaciones que he vivido desde el viernes: mal olor de la depuradora de la Laguna, moscas, calor, etc... y por fin, saltó el levante.
ResponderEliminarQue bien lo has relatado, que fácil parece hacerlo leyéndote.
Un beso
Onubius, del tiempo de pude hablar de muchas formas, una de ellas es la que se hace cuando no se tiene otra mejor de que hablar. Pero el tiempo encierra tanta magia dentro de sí, que cualquier conversación sobre el y las sensaciones que nos produce llegan por sí solas.
ResponderEliminarUn abrazo
Entresijos, celebro que tengas ese concepto de mis escritos. Me engrandeces.
ResponderEliminarBesos
Nerim, yo creo que el viento, sople en el lugar que sea, siempre produce el mismo efecto en nosotros. Cada lugar posee el suyo con su idiosincracia.
ResponderEliminarUn abrazo
Isabel, el Levante de Cádiz parece que es distinto a los demás. Allí sopla de una forma muy particular ¿verdad?
ResponderEliminarUn abrazo
La Casa Encendida, supongo que tú también lo has vivido. La verdad que con sus más y sus menos, es una experiencia única.
ResponderEliminarUn abrazo
La Gaceta Flamenca-Ramona, veranos que quedan grabados en nuestra alma.
ResponderEliminarUn abrazo
No cogé ventaja ¡miarma!, pues en Chipiona precisamente no, pero en Zahara de los Atunes sí que estado dos semanas. Suelo pasar allí las vacaciones y las escapadas que puedo a lo largo del año.
ResponderEliminarUn abrazo
Por aquí ando... todavía me cuesta leer, pero este texto tan lindo me ha relajado, el tiempo, y el viento de levante, precioso.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande, no me he olvidado de ti, es mi enfermedad, escribo en mi blog cuando puedo, así, me evadó.
maite
Magnifico relato, amiga... El final es sencillamente apoteosico, o apocaliptico...
ResponderEliminarTremendo, tremendo...
Un abrazo grande (me alegro de verte de nuevo, amiga)
María Teresa Alejandra, otro abrazo grande para ti y mis deseos de que te sigas recuperando.
ResponderEliminarBesos.
Antiqva, dicen que el viento de Levante vuelve loco a los cuerdos y mñas locos a los locos.
ResponderEliminarTambién para mí es un placer volver, ojalá pudiera hacerlo más asiduamente.
Un abrazo
signos y señales presagian la llegada de la locura. La razón puede conocer las causas y predecir los efectos, pero los colores de tu paleta y los aromas de tus palabras descubren una esencia que se escapa de los corsés de los conceptos para llegar a lo esencial del alma de cada uno...¡malditas moscas!...
ResponderEliminarRafael (de la biblioteca)
Un texto precioso. El levante en mi pueblo, Nerja, es distinto, pero el taró que trae la mar esos días, si es el mismo.
ResponderEliminarSaludos
Piedra
Rafael, "Vosotras, moscas vivaces, inevitables golosas..."
ResponderEliminarUn abrazo
Miguel Bueno, aunque distinto en cada lugar, el Levante lleva siempre consigo la misma raiz.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Verdial, me ha gustado mucho lo que has escrito. ¡las moscas! no hay nada peor para mí que esos bichejos.
ResponderEliminarAquí también tenemos levante, y el ambiente se llena de arena, a veces es tan espesa que apenas se ve lo que tienes a pocos metros de ti.
Saludos y buen fin de semana.
Sucesos que la mente humano, olvida olvidar por más absurdo que suene... Es el mundo de lo intangible y de los imposibles que poco a poco se nos muestran reales.
ResponderEliminarViví tu escrito...
fascinante.
un abrazo :D
Hola guapa, recién llegada de mis vacaciones y vine rauda y veloz a disfrutar de tu relato verde verdial, vengo también con los brazos de color caramelo tostado, y embriagada no de levante... pero si de brisa cantábrica y aquí me quedo quietecita... a la brisa de tu levante, de tu maravilloso levante verdial y de tus escritos verdiales.
ResponderEliminarabrazotedecisivo
Lola Santana, pues que ese Levante te sea leve cuando sople, que ya sabemos como es.
ResponderEliminarUn abrazo
Danielita21, la mente lo guarda todo, otra cosa es que nos deje sacarlas y recordarlas. Un cofre mágico.
ResponderEliminarBesos
Sara, me alegro mucho que estés de vuelta. Ahora mismo me paso por tu espacio.
ResponderEliminarUn abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUna joya de escrito amiga,de un estilismo artístico muy tuyo,para leerlo varias veces,totalmente hermosa la imagen que seleccionaste"Mujer del viento de Franz Marc" Junto con el tema musical ,que letra tan bonita,cuando le llega el agua de levante..."Silencio que aprieta los dientes... Que mueve los hilos"
ResponderEliminarAbrazo emocionado!